Bajo el lema de «limpia, fija y da esplendor», que envidiaría cualquier empresa o producto moderno de limpieza, funciona la Real Academia Española desde 1713. Desde entonces sus académicos se han dedicado a sacudir el polvo al idioma y día a día, sin descanso, siguen al pie de la letra todos los movimientos de nuestro idioma para darle su esplendor. Este lema debería presidir desde su fundación en la entrada de la empresa mixta Limasa, donde hace años los trabajadores optaron por colgar un cartel que convertía de hecho la sede en un cuartel bajo su mando. En el rótulo de la entrada se alertaba a cualquiera de los casi doscientos mil parados que hay en la provincia que nadie se acercara a la entrada pues no se necesitaba personal. Eran los tiempos en los que los puestos, por convenio, eran hereditarios. Como por convenio, esta vez entre los socios privados y el Ayuntamiento, figura que la parte privada recibiría cada año un canon de unos 2,4 millones de euros relativo a tareas de asesoramiento legal, técnico, informático y bla, bla, bla...

En medio de los puestos hereditarios y del canon está la suciedad de la ciudad de Málaga, que ya no recibe esa famosa «escoba de oro» que tanto gustaba lucir a principios de esta década. Ahora sería imposible. Lejos del «limpia, fija y da esplendor», Limasa, como definía Izquierda Unida, es una empresa cara, que no tiene limpia la ciudad y que enchufa a familia y amigos. Vamos, lo que viene a decirse una empresa competitiva, moderna, eficaz y que gestiona razonablemente bien la morterada de casi 85 millones de euros que cuesta cada año el servicio de no limpieza de la capital. Limasa barre para casa casi el 14% del presupuesto del Ayuntamiento y desde sus inicios ha sido una fuente inagotable de quebraderos de cabeza. A Francisco de la Torre y a sus concejales de Medio Ambiente ya no les vale esconderse bajo el paraguas de las «herencia recibida», pues llevan gobernando desde 1995 y durante este tiempo sólo han aplicado parches para esquivar huelgas sin darse cuenta de que cuando un submarino ruso tiene una fuga de agua solo es cuestión de tiempo que aparezca otra.

La política de parches y el miedo a que Málaga tiemble cada vez que el presidente del comité de empresa, Manuel Belmonte, estornude deja un lienzo idílico cada mañana. Una ciudad que ha hecho del turismo uno de sus principales ejes no puede levantarse a diario con la cara sin lavar. Los propios trabajadores denunciaron que cada día más de un tercio de la plantilla dedicada al barrido, (casi un 32%), no acude a trabajar por encontrarse de descanso, de vacaciones, con permiso retribuido o de baja y esas ausencias no son repuestas por la dirección. Esto significa que cada día más de un tercio de las tareas de limpieza viaria se quedan sin hacer. De ser cierto sólo la mitad de lo que se denuncia, en cualquier empresa se habría limpiado un par de despachos para acoger a nuevos ejecutivos ante la incompetencia de los actuales. Qué desgobierno.

Ha tenido que perder el PP la mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Málaga para que se abra una comisión de investigación que analice el fiasco de Limasa III y evitar que en 2017, cuando expira el contrato, se repitan los mismos errores. Todo es esperpéntico. A día de hoy, no se sabe con qué convenio se rige la empresa, si el de 2010-2012 como dicen los trabajadores y ratificó el juzgado de lo social número 8 de Málaga; o el que se firmó en diciembre de 2013, que defiende la empresa, y que dejaban en suspenso determinados artículos del convenio y que esencialmente suponían la extinción de la paga de productividad, la eliminación de los descansos en fin de semana y la ampliación de los meses en que pueden disfrutarse las vacaciones. Es tal el desgobierno y la política de parches aplicada que los trabajadores de Limasa desafían en público que no saldrán a trabajar si la empresa ejecuta las sanciones impuestas (empleo y sueldo a 40 trabajadores) a los que acusa de realizar una «huelga encubierta» por un supuesto bajo rendimiento al terminar la ruta sin recoger todos los contenedores.

La comisión, como casi todas, aclarará poco que ya no se sepa: Limasa es una empresa cara, mal gestionada, que no tiene limpia la ciudad y que enchufa a familia y amigos. Un desgobierno donde se discute poco de cómo mejorar la limpieza.