A María Gámez le ha dado un Bustinduy. La portavoz socialista anunció ayer una propuesta: un gran parque urbano en los terrenos de la antigua Repsol. O sea, igual que hizo Marisa Bustinduy, candidata socialista a la alcaldía por el PSOE, en la campaña de 2007. Bueno, en la campaña y en la precampaña y en la pre-precampaña, dado que la tabarra con el parque fue de las que un castizo nada exagerado calificaría como más grande que la voluntad del Señor. Qué pechá de parque. De hecho, llegaron a convertir aquellos comicios en una suerte, salvando las distancias, de plebiscito sobre torres o parque en esa zona. Casi una década después no hay bidones. No hay cochambre. Pero tampoco hay nada. Ni terreno boscoso ni parque periurbano (que suena a apendicitis) ni nada de nada. Una de tantas asignaturas pendientes. En Málaga las asignaturas pendientes no quedan para septiembre. Quedan para nueve años después. Tampoco hay parque en el campamento Benítez, por cierto. Los socialistas dicen que han recogido 16.000 firmas, lo cual no deberían desvelar, dado que para una ciudad del tamaño de Málaga no es precisamente una cifra abrumadora. Y menos si las firmas se empezaron a recoger cuando Bustinduy. El parque en lo de Repsol es una buena idea, máxime si tenemos en cuenta que, como decimos, lo del Benítez va para largo y fiasco y en Martiricos ya se ha pegado el pelotazo. Una ardilla podría atravesar Málaga de punta a punta sin tocar un árbol. Encima, los pocos valiosos que hay se caen. Por caer, cae hasta el director de Medio Ambiente, del que no hay que hacer leña.

Tenemos tan pocas zonas verdes que el Ayuntamiento cuenta como tales hasta unas sandalias de ese color que el otro día calzaban unos guiris que iban a una taberna. La oposición toda quiere un parque y el equipo de gobierno no sabemos si va a poder controlar esta ola de ecologismo y rechazo al cementazo. Ciudadanos apoya este resurgir de bustinduismo con fuerza inusitada y también lo hacen las izquierdas cuyo batallar por un mejor esponjamiento de la zona oeste es un gran clásico. Mirando al antaño terruño de Repsol y acariciando bucólico el pelamen de su vástago, un malagueño de pro bien podría decir: hijo mío, algún día todo esto será bosque. También lo podría decir un señor de Móstoles a su cuñado. Pero lo importante es que lo diga la oposición toda. Verde y sin asas.