Hay palabras recónditas. Palabrón es una de ellas. No suena a palabro, sino a palabra grande y bendecida. Palabrón, aunque suena a cueva, suena bien, afinada, explícita, obesa, pero no mórbida... Palabrón suena a comida recia, a plato rebosante, a otoño y a chimenea y a manta, y a promesa enfática de amor transitoriamente eterno... Palabrón suena a grandeza. Pero, no, palabrón no va por ahí... Palabrón es la desconocida siamesa de palabrero, y, como palabrero, expresa parlería y cháchara y palabreo e inanidad... Y, si suena a cueva, quizá es porque define la vacuidad de los vacíos y lo fútil de la palabrería típica de los garladores.

En nuestra literatura de antes, palabrero y palabrón se relevaban sobre el papel para no hacerse cansinas, pero de un tiempo acá palabrero viaja sola. Palabrón hace tiempo que abandonó la cotidianidad mundana y se retiró a los rincones de clausura de los conventos del diccionario, por eso, cuando suena, la comprendemos mal. Palabrón es, como otras muchas, una palabra malentendida, apartada del mundo moderno y extraditada de las jerigonzas y jergas gremiales. Y me da -esto es un pálpito- que se retiró de la facundia mundana, por su plural. Palabrones invita al verso fácil y al premio rotundo, como ocurre con las familias de las cifras que terminan en cinco y en ocho. Referirse a los palabreros como palabrones es atinar con el premio gordo del sorteo... Hay sufijos de plural vitandos, que, como la Tómbola del Cubo de mi niñez, siempre reparten premios, siempre reparten regalos...

No es difícil imaginar la respuesta de cualquiera, incluso la de los miembros de nuestro actual Gobierno en funciones, si algún insensato, aludiendo al quehacer de ellos durante la legislatura anterior, se atreviera a adjetivarlos o sustantivarlos palabrones. La verbosidad travestida de proyecto que no se cumple -independientemente de si ocurre así por irresponsabilidad en el cálculo o por estrategia de campaña científicamente calculada-, define expresamente a los hacedores: palabrones. Pero, amigo, la lluvia de premios que jarrearían al insensato que, pretendiendo un cultismo, eligiera palabrones en lugar de palabreros más que orvallo sería diluvio... ¿O no?

En singular, por si acaso: las actuales circunstancias socioeconómicas están dejando al descubierto al palabrón que algunos llevamos dentro. En el universo político, por ejemplo, la naturaleza palabrona tiene toda la pinta de obedecer a razones genéticas, pero no se engañe, generoso lector, lo determinante es el entorno, el político en este caso. Aunque la genética predisponga, es el entorno el que determina el carácter palabrón del ser, del ser político en este caso. El actual momento, en el terruño grande, en el mediano y en el pequeño, obedece a un pueblo aturdido por las palabronerías sucesivamente transitorias habidas a quemarropa con el arma recortada de las promesas. La palabronería a unos nos aturde, a otros nos aliena y a otros nos activa. En el caso de la política profesionalizada, la palabronería obra por abstracción y tiende a perpetuarse en escenarios pseudodelirantes que se contagian por vía auditiva. El compra-venta chamarilero con el que ahora nos obsequian todas las formaciones políticas en liza -unas más y otras menos, pero todas algo- no sería posible sin el palabrón y la palabrona que viven en el ser profundo de cada formación. Así que, ojito con los contagios...

Un cambio de tercio: me apena no escribir sobre turismo hoy, pero prometí no hacerlo durante la celebración de las grandes ferias turísticas internacionales. Hoy se inaugura Fitur. Ifema da un paso más para convertir su territorio en el Sacro Imperio Hispánico del Turismo Mundial, por eso no me refiero al turismo hoy, que, quizá, habría sido un buen momento para expresar cuánto me alegro de la asociación puntual entre Andalucía e Ifema habida en esta edición. Hoy no habría estado mal escribir ¡chapó....!, enhorabuena, magistral la idea. Para Ifema, claro... Con la inversión hecha Andalucía brillaría pro-fe-sio-nal-men-te con infinitos mejores brillos y retornos fuera de Fitur. Pero, lo dicho, hoy no toca escribir de turismo... Así que, ¡chitón...!

Un consejo a cada palabrón de los que están en escena: sean listos, velen por ustedes, prescindan de actuar en grupo, eviten los debates y otros actos. Actúen en solitario, como los buenos ninjas buenos, que cuando se juntan el plural de palabrón los acecha con su mecanismo automático que premia...

Y no se trata de esto, caray...