El martirio de Esteban, por Antonio Romero Ortega

San Esteban, el protomártir de la Iglesia, destacaba, ante todo, por su elocuencia. Hablaba con energía, precisión y espíritu de sabiduría. Como es sabido, fue lapidado. Está claro que él murió por Cristo. No obstante, yo voy a hacer una anotación personal. Las cualidades que he reseñado lo configuraban como un hombre especialmente inteligente, lo cual, como siempre, genera envidia entre los necios y los malvados, quienes fueron los instigadores de su lapidación. Sin haber sido cristiano, también hubiera sido martirizado aunque, eso sí, de una manera más sibilina. Ocurre, como hacía notar Unamuno (un mártir que nunca será canonizado), que no se perdona que haya alguien que nos demuestre más imaginación, gracia e ingenio que la media. Así pues, San Esteban murió por su fe ¡y por su superior inteligencia! Ojalá Dios se lleve consigo también a aquellos que, con una fe no tan robusta como la de San Esteban, han sido, empero, martirizados por los vulgares y los necios.

El rey, libre, por Luis Escobar Huerta

Sorpresa para muchos: nos encontramos ante lo que hay quienes declaran es el único momento en que la Constitución da al Rey libertad de decisión, nada menos que para proponer un Jefe de Gobierno. Pero es evidente que el monarca es libre en muchos otros actos políticos, como en estos días, al no recibir a Forcadell, y siempre es libre de firmar o no las decisiones del Gobierno, como lo es de abdicar. Y por ser libre es, como todo ser humano, imputable, por más que se diga, se escriba o se promulgue mil veces lo contrario. La democracia es radicalmente incompatible con cualquier presunto misterio, sinrazón o servilismo. Bien caro hemos pagado el mantener durante casi cuarenta años más la impunidad del Jefe del Estado, que conquistó, con una cruelísima guerra, Francisco Franco. Reconozcamos que Felipe VI no es autómata teledirigido, un monigote, sino que goza de la máxima dignidad del hombre, ser libre, y por tanto es responsable de sus actos; y reformemos en ese punto de un modo adecuado ese anacronismo vergonzoso de nuestra Constitución.

Bienestar en la frontera, por Cristina Castro

Empieza la semana, todas las miradas hacia el parlament. Y con el nombramiento de Puigdemont como nuevo president la independencia de Cataluña parece fortalecerse con cada día que pasa. Mientras en nuestro parlamento, los jefes de los partidos políticos se centran en etiquetar a los miembros de partidos rivales, según estén a favor o en contra del referéndum en Cataluña. Partidos como el PSOE proponen abrir el referéndum de la independencia no solo a Cataluña, sino a toda España para que así todos los españoles pueden dar su opinión. Esta propuesta aunque parezca democrática y liberal, no es sino todo lo contrario. Al abrir el referéndum a España, conseguimos que el destino de los catalanes sea decidido no por los catalanes, sino por terceras personas. Esta es una medida horrible, sería quitar a la gente el derecho de elegir su propio futuro, para que este lo decidan otras personas ajenas a ellos, sería una medida incluso dictatorial, un todo para el pueblo pero sin el pueblo. Es francamente vergonzoso que en pleno siglo XXI nuestros dirigentes sigan teniendo miedo a la opinión de los ciudadanos. El independentismo es una realidad, y no es solo catalán. En estos últimos años miles de jóvenes se han visto obligados a cruzar las fronteras y emigrar al extranjero en busca de trabajo y bienestar, algo que España no les ofreció. El gobierno no debería centrarse solo en Cataluña, sino en crear una España de la que ningún español se quiera independizar.