Lo normal sería, que a estas alturas del año en las que estamos, ya supiéramos quién gobierna en España. O al menos, que estuviera bastante claro quién va a pactar con quién o quién se va a abstener en la investidura de Pedro o Pablo en la sesión correspondiente en el Congreso de los Diputados -ayer parece que quedó claro que Mariano no está para investiduras-. Que estuviésemos discutiendo sobre la permanencia o la derogación de la reforma laboral. Sobre un pacto de los distintos partidos con representación parlamentaria por la violencia de género, el terrorismo o cualquier otro asunto.

Lo normal, en un mundo normal, sería que un proyecto municipal con bastante impacto en dos populosos barrios de Málaga contase con la opinión de los vecinos que en ellos viven o que al menos se hubiese tenido a bien escuchar su voz a la hora de poner un árbol, una gasolinera o un kiosco en vez de esperar a enseñarlo después de que alguien -unas 17.000 personas- dijera «oiga no, que esto que van a hacer ustedes aquí al lado de nuestra casa no nos gusta». Si este mundo fuese normal, estaríamos si no ateridos, sí al menos con la bufanda enroscada al pescuezo por el frío y la lluvia y no en manga corta y apenas una chaqueta, en un enero que parece más mayo que el propio mayo. Lo normal.

Si las cosas transcurrieran con normalidad en, qué les digo yo, Archidona, las 300 plazas de funcionarios que hacen falta para poner en marcha una prisión que está acabada desde hace tres años se habrían ocupado en menos de lo que canta un gallo o al menos, de no haber entrado todavía en funcionamiento, se habría evitado encender las luces de una cárcel que no está operativa, aunque sea por seguridad, cuya factura de la luz es para verla...

En una ciudad normal no habría una amenaza de huelga de limpieza cada año y medio; bien por iniciativa municipal, empresarial o ciudadana se habría llegado a un acuerdo por el cual la extorsión, el «ahora no trabajo» o el «que me llamen ellos» no fueran los mecanismos de negociación colectiva más utilizados por una parte o por la otra dejando, nunca mejor dicho, la casa sin barrer. Aunque bien pensado, en una ciudad normal habría la mitad de la mitad de la mitad de la mierda que actualmente adorna calles, playas y aceras de Málaga la bella.

Y si hoy fuese un sábado normal, lo normal sería que yo ahora mismo estuviese durmiendo todavía y que el Barcelona le ganase al Málaga por goleada esta tarde en La Rosaleda. Eso sería lo normal.