La veo un poco zorrita, de primera impresión, no quiero faltar a nadie. La escena sucede en los jardines de un monstruoso hotel de México de los que te recogen en el aeropuerto, te llevan a la habitación, te ponen la pulsera del todo incluido, y te devuelven de nuevo al aeropuerto a los siete días y seis noches después de haber enlazado una cogorza tras otra. Creo yo, que nunca he estado en esos hotelitos sin encanto. Pero es allí donde se dan cita los novios que no conocen a las novias con las que están a punto de casarse. No sólo van los novios. Van las mamás, las hermanas, las amigas, un grupo de cinco o seis a gastos pagados. Y eso hay que rentabilizarlo. Es como lo de los pactos en política. Si yo te apoyo en esto, espero que tú me apoyes en lo otro. Pásame un senador, Pedro, que luego me haré el tonto y miraré para otro sitio. Pues lo mismo. Os llevo gratis, pero hay que dar juego. En Casados a primera vista, que Antena 3 emite los lunes, se cumple esa ley. Las suegras dan vidilla. La veo un poco zorrita, dijo Marisa, la madre de Jonathan López, de Benidorm, al conocer a su futura nuera, Sabrina López. Frases así es lo que interesa al programa. Miradas así es lo que busca. Que esté todo el rato refunfuñando es lo ideal. Que mire a su consuegra con altivo desprecio es lo que da nivel. Que murmure durante la ceremonia que a la madre de ella le ha tocado la lotería casando a la hija es hacer bingo, y que al hijo, en el jardín del hotel, tras la boda, le diga que «no me gusta la nariz, pero todo, como las tetas, se puede operar», es como si el guionista de Gym Tony le dictara los repentes al oído. Es perfecta. Marisa es ideal para el programa. Es la suegra bruja. Es la que sólo quiere para su hijo a alguien como ella, lástima que no pueda casarse con él, que si no…

La boda gay

El esquema del programa no ha variado con respecto a la primera edición. Un equipo de expertos -la tríada de la divinidad televisiva que pretende dar marchamo de calidad y rollo serio, es decir, la psicóloga, la sexóloga, y el experto en motivación, en este caso Marian Frías, Silvia Sanz, y Rubén Turienzo- analiza el perfil de los solteros, sus gustos, inquietudes, aspiraciones, hasta dar con el soltero compatible que conocerán justo el día en que lleguen al «altar». En algunos casos te preguntas qué tipo de test han hecho para llegar a emparejar el agua y el aceite. Casados a primera vista es un espacio de tele realidad donde la ausencia de guión se suple con la elección de candidatos y allegados que garanticen el espectáculo. Si no, no hay programa. Por eso la elección esta temporada de dos chicos garantiza titulares como la «primera boda gay en Casados…» Así fue. Ahí están Alberto Garrido, sevillano, 32 años, bailarín -me gustan los chicos muy machos- y José Ramón Agüera, cartagenero, 32 años, auxiliar de enfermería -me gustan morenos, un chico normal, que no se preocupe tanto por la imagen como yo-. En un primer vistazo de Casados a primera vista descubro que apenas hay hombres que acompañen a la tropa casadera, es decir, me faltan más papás, más hermanos, más primos, más abuelos. Creo que no dan juego. Y por eso no son invitados. Mientras en Antena 3 se ve Casados a primera vista, en Cuatro tiene lugar otro programa con el amor como excusa, Un príncipe para tres princesas, que presenta con mucho salero e ironía Luján Argüelles, una Celestina rarita. Dicen que es otro programa de tele realidad. Veamos. En una mansión han metido a tres chicas, Marta, Rym, y Yiya -sí, sí, hay gente que se hace llamar así, qué pasa- para que escojan, entre la cuadra de maromos que les ofertan, a su príncipe.

Marilyn de porcelana

Es el planteamiento. Pero si en Casados a primera vista aún podemos encontrar algo que sepa, huela, recuerde y trate de sentimientos, de amor, en Un príncipe para tres princesas el tinglado se viene abajo y sólo hay truco, ambiciones personales, gente mona con aspiraciones de notoriedad, tal vez de fama efímera o de hacer carrera en los platós, quizá gente que acabó ahí porque no pasó las pruebas para sentarse en otro paripé sobre el amor como es Mujeres y hombres y otros berzas. Del contenido del programa, qué quieren que les diga, ni caso. Nada me interesa. Nada me conmueve. Nada es verdad. Destaco la postproducción, la agilidad del montaje, el uso de efectos gráficos y músicas, todo al servicio de la ironía y la complicidad con el espectador, pero se acabó. Esta pachanga no va conmigo. No es tele realidad. Es un teatro con un guión elaborado donde todo está medido, controlado, buscado. Venden como real lo que no es más que una ficción teledirigida. ¿Es malo que sea así? No, qué va. En televisión casi todo es así. Lo que ocurre es que la propuesta me aburre. Ni las princesas me dicen nada ni los príncipes me hacen tilín. Es, para resumir, otra basura brillante de Mediaset. La nada. Lo inane elevado a una potencia llamativa. No soy tan friqui como para tragarme semejante truño a pesar de su hilarante bizarría, ¿vale?, coletilla a lo Belén Esteban que usa otra princesa metida en la casa para revitalizar las situaciones, la sevillana Nuria. El nivel de los participantes se resume en este diálogo entre Jalal, madre marroquí y padre de Guinea Bissau, y la rubia princesita Marta, que pregunta como una Marilyn de hornacina y porcelana. ¿Entonces eres marroquí? Mixto, dice él. Mitad marroquí y mitad guineano, aclara Yim, la musulmana. ¿Es marroquí?, pregunta sorprendidísima, con los ojos como platos, la rubia, creía que era negro. Es negro, dice Yiya, la otra sevillana, que mira a la rubia como certificando que no tiene remedio, es negro, pero de Marruecos -Jalal sonríe como diciendo madre mía, madre mía-. Vale, vale, estalla la rubia, creí que era negro de África. Es que Guinea está en África, y Marruecos también, le responden a coro. Bien. Si quieren momentos como este, es su programa. A mí no me compensa. Ni Casados ni Un príncipe. Se me pasó el arroz para esta realidad trazada en los despachos.

La GuindaQue se vaya

Lo han vuelto a hacer. No pueden más. Y quieren que se sepa, que no decaiga su pelea. Son los periodistas de TVE, apoyados por su Consejo de Informativos, los que vuelven a pedir que José Antonio Sánchez, el presidente de RTVE, se largue, que sea destituido y nombrado «por consenso un nuevo responsable profesional e independiente». Está claro que hoy no se dan esos requisitos en el perfil de los directivos de la tele pública.