Tenga cuidado que cualquier día, hoy mismo, va usted por la calle y le ofrecen una subsecretaría, un Gobierno Civil o incluso la dirección general de Comercio. O Aduanas. No está la cosa para exponerse. Antes le podía caer a uno, alegre viandante, una maceta o cornisa. Hoy le puede caer una oferta para gobernar. Ayer Rajoy ofreció a Sánchez la vicepresidencia. Y hace poco, Iglesias se ofreció como vicepresidente de Sánchez. Aquí todo el mundo anda ofreciendo cargos mientras tenemos al rey pasmado, a los contertulios desorientados, al españolito amante del orden sin Gobierno y al Parlamento hecho un gallinero. Rajoy ofrece además estabilidad. Mucha estabilidad. La estabilidad es un viento que igual viene y se va. La estabilidad es como el chicle de sabor extralargo, muy atractivo al principio y hasta refrescante después. Pero propiciador más tarde de un gran aburrimiento. Cada español tiene una fórmula distinta para un posible Gobierno. Los hay incluso que proponen que lo presida Albert Rivera y por eso no es inocente que un par de periódicos de gran tirada y audiencia publicaran hace un par de días encuestas dándolo como el líder más valorado. Otros propugnan a un independiente de prestigio. Otros españoles, no otros periódicos. Pero vamos... figúrese usted, si ni siquiera nos ponemos de acuerdo en quién entre los desprestigiados tiene que irse imagínese para ponernos de acuerdo en quién es independiente, quién tiene prestigio y quién además nos pueda sacar del roto este. Felipe González también opina. Su opinión puede resultar tan torpe como miserables son algunos de los ataques que se le lanzan por parte de quienes tal vez no sabrían ni hablar si él no hubiera extendido el sistema de becas o la gratuidad de la educación.

Rajoy se ha puesto a ofrecer y está que lo tira. Que se sale. Ofrece también pactos en autonomías y hasta en los ayuntamientos. Ofrece lo que no puede dar: no torpedear gobiernos locales de izquierdas aún siendo la lista más votada. El PP suele ser la lista más vetada. Nunca en España el poder ha pasado cerca de tanta gente. A todos les va dejando un rastro embriagador. Tanto, que son capaces de ofrecer presidencias o vicepresidencias a alguien con quien no irían ni a tomar un helado. No te confiaría ni el secreto ni la confianza más nimia, ni te invitaría jamás a mi casa a merendar, pero quiero hacerte mi compañero y cómplice del Consejo de Ministros y manejar miles de millones de presupuesto junto a ti. Ese es el plan.

La política hace extraños compañeros de calma. Sin embargo, todos están nerviosos. Nadie sabe cuál va a ser el próximo movimiento táctico, lo cual no quiere decir que no nos vaya a dejar helados. Todo esto aún reconociendo que la capacidad de asombro se nos está reduciendo a un ritmo peligroso. Lo mismo todo se aclara cuando concluya la cuesta de enero. Los bolsillos vacíos impiden el pensamiento lógico. Y te dejan sin nada que ofrecer. Tenga cuidado.