Mariano Rajoy quiere que algunos barones socialistas le hagan el trabajo sucio y amorticen, o sea, quiten de en medio a Pedro Sánchez, le abran las puertas del infierno y lo arrojen a las tinieblas. Rajoy quiere ver pasar el cadáver de Pedro Sánchez y entonces sacará pecho. Lamentable que quien pretende gobernar otros cuatro años tenga sólo esta táctica. Engaña y mienta a sus siete millones de electores, lo que ya es grave, pero peor aún que quiera tomar el pelo a los españoles. El pitorreo de Rajoy es de órdago aunque no hay que descartar que, por el bien de su partido, dé un paso atrás. El problema es que en el PP no hay nadie capaz de menearle la silla. Rajoy, como ha dicho Gabilondo, es un personaje momificado, pero manda y le rinden pleitesía versallesca sus allegados, los que viven y le deben el pesebre. El PP está de broma en algo tan serio como es la estabilidad y gobernabilidad de España, a la que dice tanto defender. Rajoy sabe que no gobernará, que nadie quiere hablar en serio con él y no tiene números (votos) para volver a La Moncloa. Su maquiavélica propuesta de meter en la bolsa de la negociación a alcaldías y gobiernos autonómicos no es más que una diarrea mental, un cambalache impropio de un hombre de Estado.

Rajoy, con una maniobra que esconde una supina cobardía política, espera que sea el Rey el que pida a Pedro Sánchez que se presente a la investidura. Y esperará a que el comité federal del PSOE del día 30 le ponga la puntilla a Pedro Sánchez, o no. Vaya usted a saber. Sánchez está placeando a todos los barones con una idea clara, que todos reconocen como válida, y no es otra que evitar nuevas elecciones. Nadie las quiere y no tanto porque los socialistas pudieran seguir tocados, que parece que no a raíz de las encuestas publicadas (hay otras internas que dicen lo contrario, pérdida de hasta tres o cuatro puntos y empate con Podemos).

Efectivamente, será mañana cuando el comité federal de los socialistas, además de fijar fecha para el congreso en el que Pedro Sánchez intentará revalidar su mandato, tendrá que decir alto y claro y entendible para sus votantes y a los que no, las razones por las cuales quiere gobernar, con la subida a La Moncloa y mandar a Rajoy, ahora sí y de verdad, a las tinieblas de la oposición y dar paso a quien pudiera sustituirle como líder de la oposición y jefe del PP. ¿Soraya Sáenz de Santamaría, Núñez Feijóo? Vaya usted a saber. Y a propósito de la vicepresidenta del Gobierno: que alguien próximo le diga que jamás vuelva a ponerse las gafas con las que apareció. Mismamente se asemejaba a una azafata del añorado concurso «Un, dos, tres», de Lazarov. Puede que en la sombra se muevan Posadas y Margallo. ¡Vaya usted saber!

Y Sánchez deberá dejar claro, y así lo hará creo, que Podemos no le va a marcar la agenda, ni le nombrará ministros, ni lo va a llevar con la lengua fuera. El equipo de Sánchez ya tiene redactado el borrador de su programa de gobierno y será quien marque el territorio en el qué jugar. Si el proceso de investidura tiene sus tiempos, también los tiene el gobernar. Podemos es capaz de escenificar la Divina Comedia de Dante: infierno, purgatorio y paraíso, todo al mismo tiempo, pero ya no le vale aunque su mediático líder, Pablo Iglesias, siga pareciendo un caballo desbocado que necesita que alguien le haga tascar el freno.

Me cuentan que cada mañana Rajoy le pregunta a su jefe Moragas, qué sorpresa tiene que tragarse. La penúltima, el caso Taula. Alfonso Rus («coño, Alfonso, coño, te quiero», le dijo Rajoy) durante años hizo tabla (Táula) rasa para levantarse más de 100 millones de euros. Y en bambalinas, pero cada vez, con menos cortafuegos, Rita Barberá y Gerardo Camps. A Rajoy y al PP le estalla en la cara la cloaca corrupta de Valencia (Brugal, Fabra, Cooperación, Gürtel), lo del Ministerio de Agricultura que llega hasta la Presidencia del Gobierno (Aquamed). ¿De verdad Rivera y Ciudadanos siguen manteniendo su abstención a Rajoy? Pero es que, además, tenemos viva la imputación de financiación ilegal del PP, el caso Luis Bárcenas, la destrucción de discos duros de Bárcenas, a la Gürtel y a la Púnica. ¿Hasta dónde Rajoy?

O Pedro Sánchez o nuevas elecciones. Toca decidir, Susana.