Allá por julio de 2012 se inauguró en el CAC una exposición con las 16 propuestas presentadas por diferentes equipos de arquitectos al Concurso para la integración urbana del río Guadalmedina, que convocó la Fundación Ciedes. Qué bonito, exclamaban los malagueños a la vista de los 89 paneles cubiertos con infografías plagadas de arbolitos, piragüistas y niños con cometas. Lo exclamaban -hay que decirlo- con cierta retranca, convencidos de que semejante paisaje fluvial no lo vería esta generación. Como ninguna otra generación ha visto obra alguna en el río desde que el ingeniero flamenco Verboom redactara en 1722 un primer proyecto para su cauce.

Al menos, el fallo del jurado sirvió para constatar que «El futuro del río Guadalmedina a su paso por la ciudad de Málaga no estará ligado al embovedado del cauce. Así será si se respetan las premisas marcadas por el jurado encargado de valorar las propuestas». De hecho, la ganadora, diseñada por el estudio del arquitecto José Seguí, apostaba por la recuperación de sus riberas y del mantenimiento de la huella histórica del río. Qué pronto se han olvidado las buenas intenciones; el Ayuntamiento está ahora diseñando una «plaza-puente» sobre el cauce entre la Goleta y Mármoles. Lo está haciendo -lo han adivinado- en el marco de la Fundación Ciedes: sí, la del concurso. El Ayuntamiento la está diseñando, dicen; pero convocará un concurso (otro) entre arquitectos para los usos concretos de la explanada: se apuntan zonas verdes y deportivas. Eso sí, será «emblemático». Pues no: un vaso es un vaso, una plaza es una plaza y un puente es un puente. Y esta ocurrencia no se sabe lo que es. O sí, un ale-hop para salvar las torres de Repsol, pretendiendo vincular el invento a la construcción de aquéllas, de modo maquiavélicamente forzado. Cuando un político diga «emblemático», echen a correr..