Esta tarde, la selección española de balonmano vuelve a disputar una final de un campeonato de Europa. ¡Qué gran mérito! Nuestro balonmano lleva décadas manteniéndose en la élite europea, que es lo mismo que decir la élite mundial. Posiblemente, ha tenido la mala suerte de coincidir en la época más brillante de la invencible Francia del gran Karabatic, nuestro peor verdugo. De no ser así algunos grandes campeonatos más hubieran ganado nuestros chicos. Pero, mientras esa magnífica generación de jugadores franceses ha ido retirándose sin relevo, nuestro equipo se regenera siempre. Y esto a pesar del enorme golpe que le dio a este deporte la maldita crisis.

Tengo que reconocer que ciertas reglas de este deporte no las entiendo. No comprendo cómo se sanciona con golpe a nueve metros cuando agarran al pivote en seis metros estando en buena posición para recibir y lanzar a puerta. O cómo, sin embargo, se señala como penalty si le quitas el balón limpiamente a un jugador que se dispone a lanzar. La regla de los pasos es difícil de entender a alguien que viene del baloncesto como yo.

Por desgracia, esa crisis destrozó al balonmano haciendo desaparecer, por ejemplo, a uno de los clubes más potentes de Europa, el Balonmano Ciudad Real. Ese mal momento económico hizo (y sigue haciendo) que los mejores jugadores españoles tengan que emigrar a otros países. A no ser que juegues en el Barça, único club que mantiene un equipo en la élite europea. Pero todo esto no importa cuando te sientas en el sofá a ver un partido de los «Hispanos». En nuestro equipo van apareciendo jugadores nuevos en cada campeonato. Jugadores que hacen olvidar a las grandes estrellas que sustituyen.

Nuestra selección se sigue nutriendo de jugadores que salen gracias al trabajo de cantera que se hace en los clubes. En esta ocasión, me han sorprendido jugadores con apellidos tan ilustres como Valero Rivera (hijo del mejor entrenador español de todos los tiempos del mismo nombre) o Alex Dujshebaev (hijo del fabuloso jugador y ahora entrenador Talant Dujshebaev). Descubrimiento tremendo para mí el portero Gonzalo Pérez de Vargas, demostrando que la portería está en buenas manos cuando se retire el gran Sterbik. Estos jóvenes se unen a los Entrerríos, Julen Aguinagalde, Cañellas, Maqueda o Víctor Tomás.

Los «Hispanos» siguen basando su juego en una fantástica defensa que capitanean dos porteros de primerísimo nivel y un contraataque letal. Pero hemos evolucionado en el juego ofensivo con la aparación de Aguinagalde, uno de los mejores pívotes del balonmano (si no el mejor) y grandes cañoneros. Nuestros extremos siguen manteniendo la tradición de ser de los mejores del mundo.

Este magnífico equipo nos hace sentir muy orgullosos a todos los que nos sentimos representados por ellos. Esos chicos te emocionan al verles defender con ese derroche de esfuerzo. Cómo se ayudan, cómo pelean, cómo se entregan, la unión que demuestran o esos tiempos muertos de máxima atención alrededor del seleccionador Manolo Cadenas son ejemplo de una implicación fuera de toda duda.

Pero lo que más me gusta de nuestra selección es la demostración de técnica individual y talento que enseñan cuando juegan. Es tremendo ver cómo Valero Rivera es capaz de anotar siete de siete en los lanzamientos de penalti haciendo fácil lo que es muy difícil. El abanico de lanzamientos que despliega desde los siete metros es inagotable. Es brutal ver a Víctor Tomás meter un gol con una rosca imposible para el portero desde el extremo en toda una semifinal de campeonato de Europa a falta de dos minutos y con el marcador apretadísimo.

Esta tarde disputan una nueva final teniendo como rival a Alemania. Yo no me lo pierdo. No sólo por vivir la emoción de lo que se juegan. Ni tampoco por ver luchar a nuestros «Hispanos». Lo que deseo es disfrutar de dos aspectos que creo que son el éxito en cualquier deporte: la técnica individual y el talento de nuestros jugadores, dos aspectos que harán a los «Hispanos» conquistar por primera vez en toda su historia el cetro europeo del balonmano.