Dos chicos de instituto hablan cerca de mí, en el metro. Aguzo el oído, como es costumbre, y uno de ellos dice que ese tal Lenin, a juzgar por la gente que lo odia, debió de ser un tipo estupendo. El otro le pregunta que quién es o era Lenin y el primero responde que no tiene ni idea, pero que echan pestes de él, y al unísono, Felipe González y Aznar.

-Felipe González -añade-, que presidió un gobierno en el que se practicó el terrorismo de Estado, además de la corrupción económica. Y Aznar, que nos metió en una guerra donde murieron miles de inocentes a cambio de que Bush le dejara poner los pies en la misma mesa que él.

Me vuelvo y observo con disimulo el perfil del chico. No debe de tener más de quince o dieciséis años. Me sorprende su nivel de politización, aunque quizá lo raro es el grado de despolitización de su compañero. No sé, no estoy al tanto de las politizaciones.

-¿Por qué dices que Aznar y González odian a ese tal Lenin al unísono? -pregunta el despolitizado.

-Porque lo hacen a la vez. Unísono, ¿lo entiendes?

-Ya.

Cuando la conversación comienza a decaer, el chico interesado en Lenin vuelve a la carga:

-He dicho Aznar y González, pero a Lenin en realidad lo detesta todo el mundo: los banqueros, los empresarios, los obispos...

-Pues sí que debía de ser un buen tipo. Cuando llegue a casa, lo busco en la Wikipedia.

Es lo que estoy a punto de hacer yo cuando llego a casa, consultar la Wikipedia, a ver qué die. Pero como me ocurre siempre, mientras el ordenador se pone en marcha, caigo en un ensueño durante el que comparo a Rita Barberá con Lenin. ¡Maldición!, sale ganando Lenin, lo mismo que cuando lo comparo con Rajoy, con Rus, con Bárcenas y así hasta 30 ó 40 cargos del PP y varios del PSOE. Esta gente, me digo, no sabe que cuando ataca a Lenin, sea al unísono o de forma individual, está difundiendo el leninismo en los institutos de enseñanza media. En la vida ocurre con frecuencia eso: que uno, sin darse cuenta, promociona lo que condena. La corrupción, sin ir más lejos.