"Cuanto más oscura es la noche, más brillan las estrellas". Podría ser un buen slogan para la próxima campaña publicitaria de una compañía eléctrica, aunque en esta ocasión hablamos de la resiliencia, esa capacidad innata de la que todo ser humano dispone y que en términos generales desconoce, salvo que se haya dado de bruces con un verdadero drama en su vida del que haya tenido que salir adelante a pesar del dolor y el sufrimiento -por favor, absténganse de identificarse con este concepto aquellos que montan un show por romperse una uña o por perder un partido de pádel-.

Estamos hablando de esa capacidad sobrehumana que surge de nuestros momentos más oscuros y trágicos, en los que como una vela, un ápice de luz, de esperanza o de fe, nos empuja a seguir adelante, a dar un paso más, a abandonar la cama, sobreponernos y levantar la barbilla ante el mundo.

Cuando la batalla está perdida, la tierra quemada y los proyectos de futuro hecho añicos, en esa oscuridad absoluta interior se genera un espacio, un vacío perfecto para albergar una nueva realidad, como ocurre tras un big bang o cataclismo.

Cuanto más oscura es la noche más oportunidades se nos brindan para conocer, reciclar o desempolvar nuestros talentos y virtudes, dependiendo del momento en que los dejamos empolvar en el olvido en el camino de nuestras vidas.

Todo movimiento precisa de energía, y cuanto mayor es la fricción más energía se genera. Muestra de ello fue el avispado homo sapiens que descubrió el fuego tras estar dale que te pego frotando las piedrecitas.

Si cogiésemos todos nuestros problemas y los frotásemos unos contra otros, seguro que llegarían a tal punto nuestra mala leche y nuestra frustración que generarían una chispa inmensa. Pero, cuidado, ya que si esa energía no es canalizada hacia fuera nos quemará por dentro.

Sí que es muy importante en este punto del experimento contar con una buena dosis de desapego, o como muchos lo llamamos ahora, sería necesario salir de la zona de confort. Lo que no nos mata nos hace más fuerte por narices.

La canalización de la energía de manera constructiva y creativa es crucial para que nazca la resiliencia y con ella el porvenir (el resultado, además, podemos llamarlo arte y ¡venderlo por 20.000€!, como hizo con su vaso medio lleno el artista cubano Wilfredo Prieto en la pasada edición de Arco, la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid)