El libro de la historia judicial española encierra entre sus páginas algunas huidas espectaculares de nuestros delincuentes más recordados que hoy forman ya parte del imaginario colectivo: ¿recuerdan la de Eleuterio Sánchez El Lute? ¿Y las del Vaquilla? Aquellas odiseas, que dieron paso a libros y películas, originaron el movimiento contracultural quinqui, casi una reivindicación de la vida del extrarradio, con todo lo que tiene de cutre y romántica a partes iguales, envueltas las andanzas de sus protagonistas en los efluvios míticos de canciones de Los chichos, Bambino o Los chunguitos. Hoy, a lomos del progreso económico y social experimentado en los últimos años por el país, las huidas son más cool y habitualmente protagonizadas por delincuentes de cuello blanco, de esos que visten de Armani y firman contratos de depósitos millonarios en Suiza o las Islas Caimán mientras la gomina enjaeza un pelo rebelde. En el caso Malaya hay un huido a quien la policía le tiene ganas: el exconcejal andalucista Carlos Fernández. Hay quien dice que está protegido por las fuerzas oscuras que regaron con dinero la moción de censura marbellí que se cargó a Julián Muñoz en los felices 2000, que lo tienen dando tumbos entre amplias fincas ganaderas perdidas en el corazón de la Pampa y que, de vez en cuando, se deja ver por Marbella en la fiesta de un rico millonario o para visitar a su familia. Hay quien tiene ganas de tener con él unas palabritas cuando vuelva, si es que lo hace, y quienes piensan que espera en su solitario retiro a que pase el tiempo suficiente como para que sus delitos hayan prescrito. Tal vez, indican algunas fuentes, haría mal en volver a la patria que ayudó a saquear a manos llenas, puesto que tiene causas vivas y algunos de los ilícitos que se le endosan, a lo mejor, no han prescrito cuando él haga acto de aparición en el escenario judicial del país. A él se han unido Andrés Liétor, empresario y mosca cojonera del tribunal del caso Malaya durante la celebración del juicio, plenario que trató de dinaminar urdiendo una trama jurídica que quedó en agua de borrajas, y Juan Germán Hoffman, afamado abogado alemán, culto y simpático, que tuvo que cerrar su despacho tras ser detenido en febrero de 2007, una firma que se dedicaba a asesorar a inversores extranjeros que veían con buenos ojos dejarse un capital en la entonces pujante Costa del Sol. Todo el mundo esperaba su entrada en Ibiza, pero eligió perderse entre las brumas. El cuarto de los ilustres fugados es José Manuel Carlos Llorca Rodríguez, un tipo que está invitado también a las fiestas de Ballena Blanca y Fórum Filatélico. A ver qué hace Carlos Sánchez, quien disfruta estos días de un retiro dorado en la República Dominicana.