Según las encuestas, la opinión pública española tiene al PP y a Podemos como expresiones casi puras de la derecha y de la izquierda, mientras que otorga a Ciudadanos y al PSOE posiciones más aproximadas al centro teórico. En una situación más estable, sin las oleadas de malestar que agitan a la sociedad por los efectos de la crisis económica y los escándalos de corrupción, los partidos más centrados o centristas tendrían el máximo protagonismo, y los otros serían considerados como extremos. Pero como las oleadas están ahí, agitando las aguas y levantando espuma, los extremos se adueñan del escenario. Especialmente Podemos, como paradigma del cuestionamiento radical del sistema. En cuanto al PP, lo extremo no era su vocación, pero se ha ganado el puesto a pulso.

Los cronistas relatan presiones del Excelentísimo Señor Don Íbex Treintaycinco a favor de un gobierno de pacto entre el PSOE y Ciudadanos, que para llegar a formarse necesitaría por lo menos de la abstención del PP. Sería la famosa Gran Coalición, pero diluyendo el componente más tóxico. El citado Exmo. Sr. tiene medios para inclinar al PP, y muchos menos para incidir en las actitudes de Podemos. Los de Iglesias se declaran incompatibles con Ciudadanos, y viceversa. El PP no va a abstenerse con Sánchez si este necesita de Podemos y de los independentistas para gobernar, pero este no sería el caso si la pareja de baile fuera Rivera.

Parece de todo cuadra, pero hay sus pegas. La militancia socialista está en su mayoría por el pacto de izquierdas. Otra cosa son los barones y especialmente los que siguen a Susana Díaz. Estos lo que desean es, simplemente, que Sánchez se la pegue y desaparezca del mapa. Una aspiración de más difícil cumplimiento desde que Felipe VI le hizo el encargo. Por otra parte, al PP le debe de doler la sola idea de ayudar a Sánchez a formar gobierno. Sus 123 diputados contribuyendo a la victoria de los 90 del PSOE. Pero podrán explicarlo, hacia dentro y hacia fuera, como un sacrificio para evitar que España caiga en manos de los rojos y de los separatistas.

Pero luego habría que gobernar. Sánchez y Rivera suman 130 diputados. Los 45 que faltan hasta la mayoría absoluta los deberían obtener de PP o de Podemos. Estos últimos se crecerían como oposición de verdadera izquierda, exigiendo programas de gasto público inaceptables para los equipos económicos liberales de Rivera. La dependencia del PP sería muy alta, y veríamos a Sánchez defendiendo medidas incomprensibles para sus bases y para parte de sus votantes, lo que podría beneficiar a Podemos en las siguientes elecciones.

Que es, justamente, lo que los barones dicen querer evitar cuando se oponen al pacto de izquierdas, o sea, al contubernio rojo-separatista.