La semana pasada, escribiendo de la situación actual del Unicaja, dejé claro que responsables eran todos los que había alrededor del equipo. El titular de hoy no se refiere a lo mismo. Me refiero al tema que ha vuelto a nuestro deporte y que lo ha colocado de nuevo entre las noticias principales de los informativos. La información deportiva en España tiene esto, para que se hable de deportes en general o se gana una medalla o se monta un follón de los majestuosos, de lo contrario, el fútbol manda.

Hablo de la vergüenza vivida por la situación de los pasaportes falsos en jugadores Cotonou. Ya escribí en su momento sobre el tema, en concreto fue el 27 de septiembre de 2011, en la columna titulada «¿Palestina, Vaticano o la Orden de Malta?». En ella, sin ahondar en los problemas, daba una solución, que era estructurar las plantillas en seleccionables y extranjeros prescindiendo del pasaporte que tuvieran los foráneos.

Hablaba de ello porque hemos visto matrimonios de conveniencia, en los que un canterano ruso de 18 años se casaba con una señora de 35, americanos que se casaban con la secretaria del club y acto seguido fichaban por otro equipo, o algunos que tras pasar por el altar no reconocían a su «legítima» en la portada de Interviú. A partir del 2011, con la entrada en danza de los jugadores Cotonou se abrió un mercado lleno de posibilidades para los oportunistas a la hora de adquirir pasaportes «baratos» de países exóticos.

Hace unas temporadas los fichajes de algunos jugadores fueron un auténtico culebrón, no por la dificultad, sino que la condición sine qua non para el fichaje era conseguir la nacionalidad de un país, que tenía tres cualidades: no tenían ninguna relación con los solicitantes, cuadraban para quitarles la condición de extracomunitario y eran «raros de narices».

Que en la supuesta mejor liga del mundo fuera de la NBA aparecieran jugadores de Guinea Bissau, Azerbaiyán, Guinea Ecuatorial o Congo, la gran mayoría blancos, incapaces de colocar esos países en el mapa y que no conocían a nadie de su supuesto hogar de adopción, no deja de ser una tomadura de pelo sonrojante, dañina para la competición y una estafa para este deporte. Si pensamos en todos los problemas que tiene el baloncesto, que la discusión por los orígenes de los jugadores sea lo que lo vuelve a poner en primera fila de interés informativo da pena.

En los 70 se vivió la pantomima de los oriundos en el fútbol, con el hilarante caso del jugador sudamericano que al llegar a España para fichar dijo que su abuelo nació en «Celta de Vigo». Aquí, nos salen los colores cuando se observa dónde ha estado el punto débil del timo desplegado: tener dos jugadores en la misma liga con el mismo número de pasaporte -falso, naturalmente-. Cuenta la leyenda que el conocido Andy Panko y el madridista Marcus Slaughter eran ciudadanos ecuatoguineanos de pleno derecho, tramitaron a través del consulado de la ex colonia española en Las Palmas y recibieron un pasaporte con el número AA001696. Aparte de un pasaporte falso, ambos tenían en común compartir la agencia de jugadores U1st, a la que también pertenecía Richard Nguema, ex canterano del Real Madrid, con fugaces apariciones en la época de Joan Plaza, cuyo padre es funcionario del país africano y que tendrá que declarar ante el juez.

Aunque esto se sabía desde hace tiempo, ahora aparecen las denuncias de la ACB y el FC Barcelona que ponen en duda -sobre todo- la legitimidad de los triunfos madridistas en Liga y Copa del Rey por alineación indebida. Dudar de la legitimidad de las dobles nacionalidades de Panko y Slaughter es tan lógico como dudar de otras nacionalizaciones exprés, como las de Jaycee Carroll, Colton Iverson, KC Rivers o CJ Wallace, que recibió el pasaporte congoleño tras negociar con la federación de Albania su posible naturalización.

De verdad, todo me parece un bochorno. Los jugadores quieren jugar y no les importa desprenderse de treinta o cuarenta mil euros para facilitarse un contrato, los agentes viven de seguir «colocando» clientes a toda costa, de los entrenadores no hablo porque si a Chuck Daly le preguntas el verano del 92 por la plantilla, echaría de menos a Clyde Drexler y los equipos, como cualquier empresa, darán todo por bueno intentando ahorrase un euro. Todos tienen su cuota de culpabilidad, y las federaciones también. Se sorprenderían lo que se aligeran los papeles de un adolescente de más de dos metros.

Lo que más me apena es que hay mil problemas, pero éste creo que se solucionaría aplicando algo que ya he comentado, que las plantillas se dividan obligatoriamente en seleccionables y no seleccionables, dando igual de qué país fueran, se acabaría este problema, y se atacaban otros. Podrían hasta elegirlos, hay tantos