Quienes acumulamos carencias y nieve en las sienes recordamos con nostalgia aquella «Conquista de la Cumbre» que hacía el inigualado Baldomero Ferrer, «Baldo», en la que dibujaba personajes característicos de los diferentes equipos de fútbol con exclamaciones de tebeo y posturas alusivas a los diferentes resultados que obtenían cada jornada. El Barça era representado por un veterano catalán con barba blanca, bolsa de caudales y barretina; el Madrid por un estirado madrileño de bigote dieciochesco, bastoncito y bombín; el Valencia con zaragüelles y pañuelo blanco huertano a la cabeza; el Athletic por un robusto rojiblanco con boina destacada; el Atlético por un chulapo colchonero de bigote robusto, mal encare y gorra castiza, y así cada prototipo según su de origen.

Era un modo de ver el fútbol como algo que simbolizaba los estereotipos de los rincones de España, en la que podían reflejarse sus aficionados con guasa y desenfado; el fútbol, como nunca debería haberse perdido. Porque ahora, más que las peculiaridades y los colores de cada club, lo que defienden sus jugadores es el dinero propio y el de sus dueños. En España se salvan por ahora los dos grandes, de un modo nominal porque cada uno a su manera defiende intereses económicos al margen de los meramente deportivos; y el Bilbao, que sigue siendo el gran romántico del fútbol patrio contando solo con futbolistas vascos o asimilados.

Primero fueron multimillonarios de distinto pelaje quienes se interesaron por lucir sus vanidades en los palcos, y a tal fin compraron algunos equipos de relumbre, y ahora son fondos de inversión los que ven en el fútbol posibles plusvalías. Suelen manejar distintos equipos y en su amplitud y variedad hallan caminos de negocio. Es el futuro del fútbol, porque el dinero que se mueve a su alrededor hace difícil competir de otro modo. Una vez que la economía global puso el ojo en el deporte, especialmente en el fútbol, sus poderosos hilos acabarán imponiéndose desde las bases. Manejar docenas o centenares de futbolistas desde edades tempranas, con distintos equipos adonde dirigirlos según sus características, es un modo seguro de levantar cada poco tiempo ventas relevantes. Un ejemplo cercano lo tenemos en el grupo de inversión que conforma la familia italiana Pozzo, con equipos en Italia, España -Granada- e Inglaterra. Como decía, es el futuro, y pocos espacios nos quedarán a quienes seguimos viendo el fútbol de competición como un deporte en el que volcar peculiaridades compartidas, paisanajes, colores y sentimientos. Un espectáculo en el que brillarán las estrellas y del que saborearemos sus detalles estéticos, más que el sacrificio, la lucha, la pasión y el encomio por defender un escudo, cuya singularidad puedan amar miles de propios y cercanos.

De los graciosos personajes del entrañable Baldo, murciano, dibujante y con el cariño por bandera; a la ramplonería de Don Dinero, el general que todo lo puede. Pronto dejaremos de ver los estadios de los equipos menores sin cemento. Solo los grandes verán sus graderíos llenos porque pagaremos una entrada como el que va a ver una gran obra de teatro o un concierto contrastado. El dinero ha sustituido a los colores y el resultadismo al deporte. Así, como en los antiguos circos, el gladiador herido se aparta a los sótanos y sale el nuevo fichaje del amo. No importa que haya salido de cerca o de lejos, que haya sido emblema del contrario o del eterno rival o que haya mamado nuestra camiseta desde niño. Lo único importante, en realidad, será su rentabilidad para el dueño, ante todo; y que nos haga soñar aunque solo sea un instante con aquel gozo pasional que nos descubría cada jornada el por qué de nuestra querencia; el por qué fuimos al campo por primera vez o el por qué nuestros mayores volvían roncos del partido.

Mientras, felicitémonos de que en nuestra Liga juegan más de la mitad de los mejores futbolistas del mundo: Messi, Ronaldo, Neymar, Benzema, Suárez, Iniesta, Busquets, Ramos, Piqué, etc. Pronto, antes de lo que pensamos, tendremos que madrugar o trasnochar para verlos en directo porque ellos o sus sustitutos jugarán en China, por decir algo. Mandará Don Dinero, y ni nos acordaremos de Baldo.

¿Culpas? Es lo que nos hemos buscado. Que nuestro equipo gane como sea y que el dinero lo pongan otros.