Aunque desde ayer estemos en Cuaresma no me refiero a ninguna cofradía. No. Me refiero a una hamburguesería histórica: El Huerto, en La Malagueta. En la calle Periodista Leovigildo Caballero, junto a la puerta de un garaje, estaba este bar. Para mí El Huerto es un símbolo de mi adolescencia. ¿Cuántos malagueños nos dábamos cita los fines de semana para cenar antes de salir en este local? Pedro ha cerrado después de muchos años de deudas y con el negocio cuesta abajo. Con él, desaparece su famosa mayonesa, cremosa y adictiva. Adiós.

Sobre El Huerto han corrido leyendas urbanas de toda categoría. Imagino que como en toda hamburguesería de barrio que se precie. Pero este local tenía un punto diferencial. Abierto todos los días de la semana, en El Huerto podías encontrarte un mediodía a un grupo de jubilados comiendo de menú y a una jauría de colegiales hambrientos compartiendo un plato de patatas y dos camperos para seis. Por la noche el panorama era distinto, sobre todo en verano cuando había que esperar cola para pedir un perrito o un Playero. Las motos se arremolinaban en el callejón haciendo imposible el tránsito de vehículos.

Pero claro, hablamos de los tiempos en los que todavía Burger King no se había hecho con el monopolio hamburguesero de la zona. Entonces, en la época dorada de El Huerto, conseguir mesa era tan heroico como salir del local sin oler a plancha.

Pero todo eso ha terminado, El Huerto ha cerrado y con él se cierran algunos recuerdos irrepetibles. Se baja la persiana de una época en la que cenar en una hamburguesería se podía catalogar romántica. Se va un pedazo de mi adolescencia. Adiós con el corazón. Eleven una oración en El Huerto.