Cariño, tienes que desnudarte, nos lo pide Mario. No del todo, pero sí de ingresos para arriba. El portavoz del PSOE en la Cámara andaluza, Mario Jiménez, instó ayer a los parlamentarios de todos los partidos a presentar las declaraciones de bienes y la renta de sus cónyuges. No hay constancia de que diera instrucciones sobre qué han de hacer los solteros. O los que tengan una relación complicada, un follamigo, un roce de viernes, un ligue esporádico o un rollete adquirido en bar de buena o mala reputación el sábado pasado. Con la relación sin consolidar, claro. No debe ser plato de buen gusto para un prudente o una prudente parlamentaria, en trance de encontrar y no dejar escapar al ser de su vida, decirle de repente, aún sin confianza ni como para intercambiar calcetines, que haga el favor de darle la declaración de la renta y un listado de sus bienes e ingresos. Dice Jiménez que Susana Díaz sí ha dado a conocer los bienes y hacienda de su marido y que eso es dar ejemplo. A nosotros más bien nos parece que eso es dar datos.

La transparencia está muy bien. Pero no sabemos dónde poner el límite con el derecho a la intimidad, cosa que, aunque disminuido respecto al nuestro, también tienen los que se dedican a la política. Eso sin contar con la hipocresía reinante: parece una absurda competición por ver quién es más pobretón, dando por sentado que el que posee dinero es un mangante. Se olvidan además de que, ya puestos, son los abuelos y padres, verdaderos sostenes de una parte importante de las familias, los que con su peculio sostienen a la peña. A si que, yayos, venga esa declaración, a ver si vais tener al niño mantenido aún en casa a potaje diario mientras se está metiendo unos buenos miles de euros al mes ahora que ha salido elegido parlamentario. Desnudaos todos, fiscalmente. Enseñad los euros y las cuentas, los inmuebles y acciones, coches y motos, participaciones y fincas, terrenos, motocarros u obras de arte o porcelana. Todos en pelotas que sepamos cuánto tenéis y cuánto tienen con quién dormitáis. Tenemos derecho a saberlo, grita Mario Jiménez. Tal vez despertando a su cónyuge.