Con Nóos nos juzgan a todos, por Josefa Ortega Oliar

En el juicio Nóos los investigados coinciden en lo evidente: se aceptaban sin discutir los contratos más abusivos porque los proponían miembros de la Casa Real. ¿Quién iba a enemistarse con la jefatura del Estado, presidida por un hombre inimputable, lo que le convierte de hecho -más que la infalibilidad al Papa- en un dios? Seguía la línea del anterior Jefe del Estado ¿quién le iba a negar algo al general Franco, o a la consorte collares, cuando saqueaba almacenes y joyerías? Unos más y otros menos, por supuesto, la culpa de fondo está, pues, en la Constitución que aprobamos y aún sostenemos, en el silencio obsequioso con que se ha aceptado, durante también casi otras cuatro décadas más, con fidelidad de súbditos de Su Majestad, los desmanes familiares, políticos y económicos del padre de la Infanta. Impulsando o apoyando a su marido, Cristina, así educada por el ejemplo paterno, no hizo sino imitar, con más descaro que torpeza, un modo tan indiscutible de actuar. Sólo que su ambición no le permitió parar a tiempo, cuando ya un lento afianzamiento de la democracia va consiguiendo que seamos algo más iguales ante la Justicia, como ante Hacienda.