Tomo mi ejemplar de Historia de Catalunya, de Valls i Taberner y Soldevilla, lo abro al albur (lo juro), y caigo a la página 398, reinando en Aragón Fernando el Católico, quien agravió de modos varios a la Generalitat, destacando el asunto del pago por ésta de la deuda contraída (la pela) y el del nombramiento de cónsules catalanes en el extranjero (el fuero), además de hacer peligrar el abastecimiento de Barcelona al tratar de quitarle a su Consejo el privilegio de dar salvoconducto a los abastecedores. Bien, ejem, regresemos de un salto de más de medio milenio, pongamos al día el nombre de las cosas, las caras y los trajes. Cuando los agravios entre instituciones son así de viejos, en esas raíces tan hondas tenemos los mimbres para un cesto, y sólo queda ponerle nombre al cesto, para lo cual no estaría de más recordar que una nación es sobre todo los agravios que atesora.