Ni arreglarse los dientes puede uno ya, sin sospechar que algo no va bien. Disfrutar de una opípara comida en una marisquería de renombre o en un asador puede relacionarse indirectamente con una enrevesada trama de evasión fiscal, sin comerlo ni beberlo. Esta semana se han levantado más alfombras que en los últimos cuatro meses juntos y se ha descubierto que, menos tres, aquí manga todo el mundo. A la gran ristra de nombres relacionados con la corrupción -a saber: Púnica, Gurtel, Imelsa, ERE, Nóos, etc...- ahora hay que añadir los de un banco chino, el más grande del mundo por lo visto, el de Vitaldent -no voy a hacer el chiste del blanqueo, me parece demasiado fácil- o el de La Pesquera, una cadena de restaurantes cuyos brazos llegan desde la capital del reino hasta la céntrica plaza Uncibay. Y por si eso fuera poco, ayer mismo, Hacienda destapaba una trama de venta de carne al por mayor en negro. Si vamos a traficar con cerdos, apaga y vámonos. La conclusión que uno saca de todo esto es que no hay que ser político, banquero o expresidente del Fondo Monetario Internacional para intentar trincar todo lo que uno pueda. En A, en B o por donde se pueda, hay sinvergüenzas para Rato. A la desconfianza en la clase política, que ya es un estado de ánimo más que asentado en nuestro país, se empieza a sumar una sensación generalizada que podría resumirse fácilmente con la siguiente consigna: «Aquí el más tonto soy yo». Y más cuando sale el ministro, aunque sea en funciones, del Interior, para anunciar que el año pasado se detuvo en España a más de siete mil corruptos. Y a los que no habrán pillado o habrán dejado de pillar...

Mientras el exvicepresidente del Gobierno defendía ante el juez, tras esquivar intentos de cascamazo por parte de preferentistas cabreados, unos estratosféricos ingresos según él procedentes de herencias y negocios familiares, en una tertulia matutina aclaraban el origen de varios de esos millones. «Hombre, que no son 27, que son 17», justo antes de conectar con los mencionados ahorradores para preguntarles si van a volver a darle un cosqui al expresidente de Bankia porque han perdido diez mil euros de nada. Sin duda el dinero no da la felicidad, pero visto lo visto, se ve que la quita.