Decía Churchill que España es la única nación que lleva quinientos años intentando destruirse ella misma sin conseguirlo. Ahora que está a punto de alcanzar esa extraña meta, procede recordar lo que algunos españoles decían de su tierra en épocas en las que no había Catalunya, ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias I y II, ni democracia a la española. El término «Hispania» acogía a Legionis, Castelle, Portugali, Aragonia, Carpetania et locis Navarre ac Provintie. «Comunidad y territorio aparecen en el testimonio de Orosio, en el cual una y otra llevan el mismo nombre, unidos necesariamente por la dialéctica del acontecer histórico», escribe José Antonio Maravall. Muy tempranamente aparecen los elogios de esta tierra, de sus ciudades y gentes. El poeta latino nacido en Zaragoza Aurelio Prudencio Clemente afirma «fé1ix per orbem terra Ibera». No nos detendremos en el laude isidoriano, que, además de los elogios habituales, actuó como un fundamento intelectual de integración de la dispersión de la Edad Media, proporcionándole a Hispania, un sentimiento de comunidad. En un texto que nos concierne más de cerca, la introducción a la «Crónica Albeldense», se afirma que España es igual en lo saludable de su clima, fecunda en todo género de frutos, riquísima en recursos de piedras y metales. Y, por no alargarnos, en la primera Crónica General figuran estas nobles palabras: «¡Ay Espanna!, non a lengua nin engenno que pueda contar su bien». Sin olvidar el «laus Hispaniae» del Poema de Fernán González, entre otros muchos textos. Ya en el siglo XV, el marqués de Santillana arenga con brío guerrero y emoción poética: La gente de España llamaba «¡ Aragón!» / e todos «¡Navarra!» los de su cuadrilla, / e los que guardaban el noble pendón, do era pintada la fogosa silla / llamaban «Mallorca, Cerdeña, Sicilia...». Todos estos eran hombres anteriores a que España fuera nación (que lo fue antes que ninguna de Europa). Después, el P. Mariana escribe: «España se cuenta entre las mejores naciones del mundo, ninguna otra la sobrepasa por la salubridad de su clima y la abundancia de sus frutos». Y seguirán los elogios hasta que el afrancesamiento impone otra manera de ver las cosas. Azaña habla de «una historia frustrada», ahora se propone hacer «un mundo nuevo». ¿Es qué se pueden abolir más de mil años de historia? Mao y Lenin no lo consiguieron y eran gente preparada. Se me objetará, por lo que he citado, que se trata de retrasadas y cavernícolas que vivían en el pasado y no sabían que era el socialismo ni internet. Es cierto. Pero sabían qué era España y se sentían españoles antes de que los reinos se hubieran unido. En cambio ahora no solo se pretende desunir, sino que los que lo intentan ni saben qué es España ni quieren ser españoles.