Paraísos fiscales, orgías de cambalaches, suculentas recomendaciones. Por más que Rajoy y Pablo Iglesias puedan decir misa, el capitalismo ha muerto en España. Lo que queda es otra cosa; ni siquiera una hipótesis de trabajo, una construcción literaria. El capitalismo ha muerto en España o, vaya usted a saber, puede no viniera nunca y lo que sabemos los españoles es de un viaje a Perpignan y básicamente de oídas. Lo nuestro, nuestra economía, es lo de siempre: la estructura franquista de toda la vida con un par de remaches de boutique y algún señor engreído diciendo tonterías leídas en un manual anglosajón recomendado por Mario Conde -nunca tuvo más sentido, ni quedó más chic, lo de tonto de manual que en el pretencioso y provinciano mundo de la empresa-. Dicen los del ‘coaching’ que los trabajadores en España carecen de motivación. Un consejo gratuito para la patronal: quizá la cosa tira más y se secreta más a gusto si a cada uno, atención a la pericia intelectual, se le paga como a un ser humano y no como a una mascota que baila a cambio de una tira floja de mortadela. Decíamos: el capitalismo ha muerto en España y el resto es retórica. Nunca antes se había puesto tanto lustre en el cortinaje feudal de la rueda de molino y en el oscurantismo sobre la fuerza de trabajo; o dicho de otro modo, en España se nace como se muere y a existen más posibilidades de devenir koala y hablar con lengua de fuego que de prosperar y modificar la condición laboral de partida. Hemos hecho un Estados Unidos tuerto y llagado, una sociedad de despido exprés y barato en el que el inmovilismo social y la falta de promoción está garantizada. Con la crisis se ha perfeccionado el sistema: unos a cobrar para siempre una miseria y otros a refocilarse, cada uno con su acceso restringido a su escala de bienes, todo un prodigio de estructura medieval, en esencia. España ha decidido ser un país en el que los profesionales trabajan a tumba abierta, con todo su exceso de lirismo. Del «socialismo o muerte» al «cuatro duros o muerte», y no siempre con aval de supervivencia. Piensa Rajoy: agárrense los machos y a resistir. No se cercena el hambre, se cercena todo lo demás. Convenza a un ingeniero sueco para que venga a trabajar a la corrala feudal que es España. «Hace mucho frío ahí afuera», dicen. Más, incluso, que en Suecia. País de baratillo, ambulante, capruloso, sonado.