La visión va más allá del ver, y viene incluida en el kit de supervivencia con el que nacemos. Mirar y ver es bueno. Captar de un vistazo el intríngulis de un suceso complejo, es un don. Idealizar un escenario futuro y fijar su visión en nuestros adentros, es parte esencial de la esperanza. Incluso cuando lo que vemos no nos gusta, más vale verlo que no verlo y saberlo que no saberlo, aunque no todos lo entendamos. La visión, que es un regalo, puede verse afectada tanto por los excesos como por los defectos. La sobredosis de fe, por ejemplo, cursa con efectos secundarios que afectan patológicamente a la visión, sobre todo cuando es la fe ciega la que usamos para ver. El exceso de automatismo en nuestros procederes narcotiza y minimiza la consciencia y la domina y la esclaviza, y, cuando miramos con la consciencia ausente, nuestra visión termina afectada de ceguera. Es cuestión de tiempo...

La visión es un bien universal que no necesita ojos. Jung hacía una bonita metáfora para explicarlo, en parte. Decía que cuando miramos hacia fuera, soñamos y cuando miramos hacia dentro, despertamos. Enorme siempre don Carlos Gustavo.

Y hay otras visiones, como las imaginarias, las fantásticas, las quiméricas, las fabulosas... Y otros visionarios, como los camanduleros, los vendehúmos, los promete-cielos, los repartidores-de-miedo-a-presión... Y cuando se cruzan en el camino y se ayuntan, mejor rezar. Las visiones de los promete-cielos, de los vendehúmos, de los camanduleros, de los repartidores-de-miedo-a-presión... siempre son dañinas; mucho más cuando se vierten sobre la necesidad hecha carne. A los náufragos de consciencia nos basta un pequeño estímulo para ver tierra donde solo hay agua, y a las consciencias perdidas en el desierto un minúsculo achuchón para ver agua donde solo hay tierra. Las consciencias afectadas de ceguera son presa fácil para los cambalacheros mendaces, que son maestros del arte del escamoteo trilero.

Hace poco participé, de observador, en un experimento que buscaba dar luz a cómo la visión condiciona a la vista. Como parte de la experiencia de laboratorio, a setenta y cinco individuos, científicamente seleccionados en función de los tres sexos, su edad, su estatus, su actividad, su formación..., durante segundo y medio cada vez se les mostraron en pantalla diversos calambures y se les pidió que escribieran la frase que veían. El resultado dejó meridianamente claro que la visión condiciona a la vista. Cito dos que dan ejemplo de ello. El primero de los dos decía «marianodebemarcharseporelbiendetodos». Tres de los participantes, una chica, un chico y un homosexual ambidextro, escribieron «María no debe marcharse, por el bien de todos». Los setenta y dos restantes escribieron «Mariano debe marcharse, por el bien de todos». El segundo calambur decía «laestrategiadelmiedoparamarianoesbuena». El cien por cien de los participantes escribió «La estrategia del miedo para Mariano es buena». Ninguno escribió «La estrategia del miedo para María no es buena». La verdad, no sé quien es ni qué habrá hecho el tal Mariano y quién será la tal María, pero a juzgar por cómo la visión condicionó la vista del grupo, pareciere que no es con don Mariano con quien los participantes se irían de acampada.

Nuestra actividad turística, cómo no, también se ve afectada por las cuitas entre las visiones y la vista. De hecho, nuestras más graves debilidades de hoy responden a las visiones del homo turisticus prehistórico. El homo turisticus, el profesional turístico de la prehistoria turística, hubo veces -no todas- que fue más brillante como homo erectus que como homo sapiens. Una pena, porque, aunque Mendel no los mencionara nunca, los posos turísticos condicionan la genética de los destinos turísticos, por eso, a lo largo de nuestra historia hubo visiones que nos dejaron ciegos. Y, para determinadas cosas, ciegos seguimos. A algunos, la luz resplandeciente de entonces se nos antojó una visión de la virgen y nos arrodillamos. Y la fotografía de la historia nos muestra arrodillados, frente a un espejo que refleja la luz de la luna llena, cegados por la fe.

Si, otrora, en nuestro periodo erectus, nos hubieran propuesto el calambur «elfuturodelturismoessueco» cuántos habríamos entendido «el futuro del turismo es sueco». ¿Y cuántos habríamos entendido que «el futuro del turismo es su eco»? ¿Y, hoy, que somos supermegasapiens doctorados turísticos, qué habríamos entendido?

Lector/a, ojito con la vista, con las visiones y con los calambures, que a veces engañan…