El acuerdo firmado por el PSOE y por Ciudadanos es un documento que se sitúa en el centro con posibilidad de abrirse a la derecha, el PP, y que otras fuerzas de izquierdas puedan mejorarlo. A la vista de las reacciones no se producirá ni una cosa ni la otra. El PP está encerrado en el castillo de irás y no volverás con un señor que en las almenas espera sentado a ver a su gran enemigo, el vasallo Sánchez, desangrarse en una batalla quijotesca. Y por el otro lado, antes de conocer en qué puede mejorarse el acuerdo, Iglesias da el portazo como un niño engreído al que le quitan la vicepresidencia y cuatro ministerios, más un control de cuanto se mueve en áreas tan delicadas como la seguridad nacional, la corrupción, el control de fiscales y jueces y domeñar la encabritada televisión pública. O sea, que hay elecciones a la vista porque la investidura del socialista Pedro Sánchez es, al día de hoy, una entelequia. Empezará a correr el plazo de dos meses para las elecciones, salvo que el Rey decida volver encargar formar gobierno, bien sea a Rajoy, bien sea a Pedro Sánchez. No parece probable, pero no hay que descartarlo. Queda la utopía, que a veces se cumple, de que antes del 5 de marzo, en segunda convocatoria, Podemos pueda sumarse al pacto, introduciendo sustanciales cambios. Veremos.

De entrada, y a eso se agarra Pedro Sánchez, los partidos del acuerdo suman 130 votos, mientras que el PP no suma y se queda en sus 123 y Podemos, 65. Los socialistas aún tenían la confianza de que el acuerdo encontrara apoyos que sumaran pero no parece e incluso Albert Rivera sigue soñando con ganarse para la causa a Mariano Rajoy, sobre el papel también imposible. Lo que no se ha dicho, o al menos no lo leído y oído, es que el acuerdo es meramente un pacto que, en toda lógica, debe y puede ser modificado y mejorado por un posible Gobierno de Sánchez, con entrada de otros partidos, además de los socialistas. Sería el momento de mirar a la izquierda. Pero lo dicho, es tan lejana esta posibilidad que, a partir de ahora, vamos a asistir a una eterna campaña electoral que, a buen seguro, provocarán tal hartazgo que la abstención pueden alcanzar las mayores cotas conocidas en la reciente historia de España.

Me viene al coleto un recuerdo que debería estar en la memoria de los andaluces, como fue que 11 partidos, desde la izquierda radical y revolucionaria a la derecha (AP y UCD) no tuvieran empacho en firmar el Pacto Autonómico, conocido como el Pacto de Antequera. De acuerdo que eran otros momentos, otras circunstancias, que no era un pacto de gobierno sino de esperanza y futuro, pero es grato recordar, porque fue el inicio de la transformación de Andalucía, ver por las calles de Antequera dirigentes que militaban y comulgaban con un leninismo activo a otros a los que todavía les costaba trabajo desprenderse la costra del franquismo. Pero así fue.

Este domingo se celebrará el 36 aniversario del 28F, la fecha mítica que nos hizo mayores de edad a los andaluces, en un referéndum de infarto. Los andaluces nos ganamos en las urnas el derecho a ser iguales, sin privilegios y que anidara la solidaridad como base de crecimiento de todos los pueblos de España. Ha hecho bien la presidenta andaluza, Susana Díaz, en levantar la voz y alertar de los intentos de primar a algunas autonomías como almoneda de cambio. Tener la guardia alta en estos días para evitar este atropello, como ha denunciado quien fuera el presidente de la autonomía, Rafael Escuredo, es de obligado cumplimiento para todos, se esté en la izquierda o en la derecha. Tal y como ha dicho también Escuredo, sin nostalgias castrantes, toca en los tiempos que corren no bajar la guardia y mantener vivo el espíritu reivindicativo y hasta revolucionario social que nos hizo ir a las urnas el 28 de febrero de 1980.

Dicho lo cual, a celebrar el Día de Andalucía aunque muchos de los que así lo hacen no tengan conocimiento de por qué salimos los andaluces a la calle, no sepan quienes fueron los actores principales de la Transición andaluza y le suene a salmodia tibetana aquella lucha del pueblo y lo que el Estatuto andaluz dio al pueblo. Es posible que haya quien piense que no es tarde para acercar aquellos años a los jóvenes de hoy. Ya es sabido, conocer es amar. No pretendamos que quienes nacieron después del 28F de 1980 se ilusionen por algo que le suena a chino.