Entre la crisis financiera mundial, la caída del precio del crudo, el fangal de las corrupciones múltiples, los juzgados atestados de golfos de toda grey y la amenaza cierta de unas próximas elecciones (lo que implica una nueva campaña electoral con todos sus avíos), se alza a veces un brote de belleza, y no me refiero a ARCO y esa inmensa mayoría de cosas absurdas que pretenden hacer pasar por arte.

No. Me refiero a Matteo, un niño italiano que ha inventado una palabra, «petaloso», un adjetivo que explica que una flor está cargada de pétalos. En italiano el sustantivo «flor» es masculino, «fiore», y por eso es masculino también el adjetivo. La Crusca (equivalente a la RAE en España) le ha instado a difundir para que la gente lo use y pueda entrar en el diccionario con todos los honores.

Son curiosas, las palabras. Las que ya están inventadas andan por ahí, en nuestra memoria, en nuestra zona del lenguaje, que diría un ferviente seguidor de Chomsky, y en cada uno de nosotros se alían unas con otras de distinta manera y por distintas causas y motivos. Hablar y, sobre todo, escribir, al fin y al cabo, es ir juntando palabras con un cierto orden, pero sujeto siempre a la arbitrariedad intangible de sus propios afectos. En mi palabrario, si se puede llamar así al diccionario interno que cada uno portamos (lexicón mental le dicen los filólogos), hay palabras regañadas, palabras que nunca quieren juntarse con otras, y también hay palabras que son muy amigas y siempre quieren estar juntas y yo tengo que andar preocupado todo el día para evitar que constantemente anden repitiéndose. Me gustan mucho las palabras luz, y azul, y tiempo, y melancolía, y he comprobado que entre ellas también se gustan y a poco que me descuido se ponen las unas al lado de las otras y todo lo que escribo se me llena de luz, y de azul, y de tiempo, y de melancolía, y de ciudades y de violetas.

Un niño inventando palabras, palabras hermosas y cargadas de sentido, es una noticia importante porque se parece un poco a la creación de un mundo lleno de flores que están llenas de pétalos y es más habitable. Un niño es alguien que todavía cree en el futuro, que piensa que todo aún es posible, y estamos obligados a dejar que lo intente, a ver si de una vez a alguien le sale bien (no será por intentos), y a validar sus palabras evitando que las

olviden.