El debate europeo en torno a los refugiados que huyen de la destrucción en Oriente Próximo se está convirtiendo en una cadena de despropósitos y alguna humillación.

Despropósito es, al menos en retrospectiva, el selfie de la canciller alemana con un refugiado de Oriente Próximo que, difundido por las redes sociales, tuvo un rápido «efecto llamada» e hizo que cuantos huían de Siria, Irak o Afganistán se fijaran como meta ese supuesto país de Jauja.

Despropósito es haber abierto desde Berlín de par en par las puertas a los refugiados sin consultar antes al resto de los socios y, tras tamaña desconsideración, quejarse de la insolidaridad de éstos por negarse a que se les impongan cuotas de acogida.

Despropósito es la amenaza de los cristianosociales bávaros, partido hermano de la CDU de Angela Merkel, de presentar ahora un recurso ante el tribunal constitucional por la política de refugiados del gobierno del que forman parte por considerar que Alemania puede verse desbordada.

Y lo es también convertirse la UE a la desesperada en rehén de un gobierno como el turco, que pisotea diariamente los derechos humanos, oprime a sus kurdos, y que, apoyando con armas a los yihadistas que combaten al presidente sirio, ha contribuido a atizar la guerra en ese país.

Todo ello en la confianza de que mediante el pago a Ankara de unos miles de millones de euros anuales, el gobierno de Erdogan vaya a guardar con el necesario celo las puertas de Europa y ahorrarnos más problemas a los europeos.

Despropósito es asimismo organizar una conferencia como la que acaba de celebrarse en Viena con el objetivo de reducir el flujo de refugiados que llegan a Alemania por los Balcanes y no invitar a un país directamente afectado como es Grecia.

Despropósito y clara humillación además de este último país por parte del gobierno austriaco, que se limitó a invitar a los ministros del Interior y de Exteriores de Eslovenia, Croacia, Serbia y Macedonia con el argumento que forman el llamado grupo de Salzburgo.

Se trataría de crear una especie de mini-Schengen en los Balcanes y presionar así a Grecia, en cuyo territorio se acumularán, si se cierran ese corredor, todavía más emigrantes de los que ya soporta, para que se muestre más cooperador con Berlín y con Viena.

Despropósito finalmente el que los países de la Europa del Este como Hungría, Polonia y otros, olvidando pasadas miserias, no quieran saber ahora nada de refugiados porque sólo traen problemas y no divisas como los turistas.