El trabajo es mujer. Nadie suma el esfuerzo y la canción, ni multiplica la fecundidad del tiempo, como lo hacen ellas. La oficina, lo doméstico, la familia y el amor. Un exigente pluriempleo en el que se le juzga, además del talento y la entrega, la elegancia, la sonrisa y la predisposición que no se le demandan al hombre. ¿A quién culpar de crear este perfil femenino de heroínas anónimas, cuyo eco mantiene cautiva la percepción privada y social de lo que supone ser mujer? En su mano la Historia y sus ficciones dejaron el cultivo de la tierra, el arraigo de la sangre como afecto, el difícil remiendo del dolor y el relato de la memoria. Importantes labores, tanto de supervivencia como de transmisión, relegadas a la sombra de la vida en primer plano. El protagonismo y culto del hombre cazador, guerrero, navegante, que dio lugar a uno de los términos más egocéntricos y falocráticos que existen: el héroe. Alguien por encima del resto. Individual, único. La mujer en cambio sucede siempre en plural. Una es todas, todas son una. Las madres, las esposas, las hermanas, las hijas, las viudas, las huérfanas, las esclavas que levantaban la vida después de las derrotas, de las ausencias y de las humillaciones. Incluso cuando el triunfo las celebraba como si sólo fuesen la recompensa merecida, un botín más de la victoria. No es difícil pensar en Penélope zurciendo las alegrías desgastadas, remendando los agujeros del recuerdo, hilvanando la ausencia con el deseo a la vez que trenzaba la esperanza y lo que se deduce entre líneas: su vacío y el de los suyos, las sombras de sus dudas y soledades, el patrimonio y la memoria de Ulises. El hombre navegando la inmortalidad de su nombre. Y al otro lado de sus hazañas, una mujer trabajando la realidad de cada día y la restauración de los afectos. Escasos son los libros que rinden homenaje en épica y en lírica a la inestimable labor de las mujeres a pie y a mano de las fragosidades de la vida.

La empresa de la mujer poco ha variado a pesar de sus costosas rebeldías, de sus justos logros y de su defensa permanente, como si todo lo conseguido tuviese que se reconquistado a diario. El presente, en el que hace tiempo que ellas son el futuro de una sociedad envejecida y cautiva aún de los peores lastres del machismo, las mantiene en guardia y en reivindicación. En la política y en la cultura, donde la malagueña Annie D. Sweed confiesa, en pleno estreno de las canciones de su Chasing Illusions, que en música la mujer sigue estando en un segundo plano. Coincide con ella, desde el Misisipi, Lucinda Williams que también canta, en su The Ghosts of Highway 20, a las cicatrices de su lucha de ser mujer, y al padre poeta al que le cuidó el alzhéimer desde el día en el que le dijo que no podía escribir más poemas porque no recordaba cómo se hacía. Pero donde más evidente es ese viaje obligado en el asiento de atrás de la sociedad del hombre es en el mundo empresarial en el que la mujer sube por las escaleras y no en ascensor.

En España, según el informe Women as Leader: Inspirando, elaborado por PwC e Isotes, ellas representan el 60% de los universitarios y el 45% del mercado laboral. Sin embargo, existe un desequilibrio entre estas cifras y su papel en los cargos directivos. La presencia de mujeres en direcciones funcionales (asesoría jurídica, recursos humanos, dirección financiera, etc.) ha incrementado su porcentaje de un 19% a un 22% en los últimos dos años. También el número de consejeras crece de un 11% en 2012 al 16% actual. Sin embargo, con estos ritmos de crecimiento, no se prevé alcanzar el objetivo del 40% establecido por la Ley de Igualdad y por la propuesta de directiva europea. Las conclusiones del estudio Presente y Futuro de las Mujeres en los Consejos de Administración del Ibex 35, realizado por Add Talentia y recogido por Europa Press, certifica que el 31,4% de las empresas del Ibex -un total de once sociedades- tiene un 10% o menos de talento femenino en sus consejos de administración. Las razones van de la cultura de las empresas que incluye un estilo de liderazgo que potencia la disponibilidad absoluta 24/7 a que las decisiones sobre nuevos nombramientos suelen ser tomadas por hombres que, en su mayoría, tienden a elegir como directivos a hombres de características similares a las suyas. Incluso si una mujer entra a formar parte del ámbito ejecutivo en muy pocos casos será considerada por sus iguales como un miembro más del selecto club y no la tendrá en cuenta en determinadas ocasiones, especialmente en las referentes a la exhibición social del poder.

Si es difícil ser jefa más lo es ser empleada de tropa. El Día Europeo por la Igualdad salarial, celebrado el pasado lunes, nos ha recordado que en España las mujeres ganan de salario medio un 24% menos que los hombres y continúan trabajando casi dos meses, de forma gratuita todos los años. Esta discriminación es también patente con el hecho de que el 70% de los casi dos millones de personas que perciben el salario mínimo son mujeres. La realidad de esta brecha salarial está fomentada por la sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados que soportan las mujeres. De hecho, la diferencia en los sueldos es menor en el momento de ingreso en el mercado laboral y aumenta en función de su edad y de las exigencias, generalmente en pro de la familia, por las que reducen su jornada laboral (una de cada tres mujeres en Europa lo solicita, frente a 1 de cada 10 hombres), sacrifican sus oportunidades de promoción o interrumpen su carrera profesional con excedencias. El 8 de marzo está a la vuelta de la esquina. Escucharemos de nuevo celebraciones y eslóganes. De nuevo la sociedad renovará su firme decisión de vencer la discriminación y alcanzar la conciliación y la corresponsabilidad, claves para favorecer la independencia económica de las mujeres y su acceso a puestos de toma de decisiones.

Después volverá Penélope a su labor de destejer los estereotipos tradicionales, y de soñar con Islandia donde la participación de las mujeres en el mercado laboral es la mayor de la OCDE y supera en el 27% la media de la Unión Europea: trabajan el 89% de los hombres y el 84% de las mujeres. En su tristeza tramada de esperanzas, sonríe hacia dentro y hacia fuera, sabe que mientras que a Ulises le cantan las sirenas, en todas las islas de la realidad las mujeres son cada vez más empresas de sí mimas.

*Guillermo Busutil es escritor y periodista

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