Una persona tontea con dos parejas. Se decide libremente por una de ellas, pero le dice a la otra que pague los costes de la boda ajena, para garantizar que el enlace sea un éxito. La pareja postergada se niega a sufragar la felicidad de los otros dos. Entonces, su expretendiente le afea que se está comportando como una pareja anterior que le maltrató, y que también se niega a abonar los dispendios del matrimonio. Pasando de lo individual a lo institucional, así actúan los novios PSOE y Ciudadanos. El tercero en discordia es Podemos, al que se exige que satisfaga las facturas o que se resigne a la única categoría más indeseable que la condición de partido antisistema. Descenderá al rango de partido prosistema.

Todas las personas de bien odian a Hitler, pero no todas las personas que odian a Hitler son gente de bien. PSOE y Ciudadanos presuponen simétricamente que todos los enemigos de una causa angélica, empezando por la que encabezan a dúo, comparten forzosamente la calificación de réprobos. Pedro Sánchez y Albert Rivera estrenan una versión extrema del maniqueísmo, que contamina de vileza a cada persona que no acepte su estéril enlace. Un solo enemigo dudoso arruina cualquier oposición. En realidad, la adhesión de Podemos puede ser independiente de la postura que adopte el PP, salvo que la estrategia y no la necesidad le aconseje lo contrario. Hace una década, el referéndum sobre el nuevo Estatut de Cataluña unió en el voto negativo a los populares y a Esquerra Republicana. La historia demuestra que esta postura común no condujo a una confusión posterior entre ambos partidos. Al revés, ERC logró capitanear sin grandes lesiones la aplicación del texto que había rechazado.

PSOE-Ciudadanos contra el mal. Pretenden que su acuerdo comprometa a los restantes actores hispanos, pero este apostolado no les ahorra la comisión de pecadillos de partida. Por ejemplo, el documento nupcial lleva el espléndido título de Acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso.

Según se ve, el reformismo antecede al progresismo, que ni siquiera figura de modo explícito. Podría tratarse de una inversión sin importancia, hasta que se repasa la pregunta de los socialistas en la consulta a sus militantes, publicada el mismo día de la gozosa alianza. «¿Respaldas estos acuerdos para conformar un Gobierno progresista y reformista?» se plantea en el orden lógico de la izquierda, con la impronta ideológica en ambos -ismos. La sensibilización por la muerte de Umberto Eco obliga a recordar que basó su carrera en que «reformista y de progreso» no significa lo mismo que «progresista y reformista», donde el primer término engulle al segundo. Los autores de la modificación son conscientes de su relevancia, aunque se pretenda disimularla en la reacción instintiva de los afiliados.

Como muy astutamente distinguía Gore Vidal, no hay homosexuales, hay actos homosexuales. Sigue siendo la mejor definición de las fidelidades políticas. Pablo Iglesias y Albert Rivera forjaron su estampa indómita bajo el eslogan de que no querían entrar en ningún Gobierno presidido por otros. Hoy se muestran excesivamente predispuestos a alinearse en cualquier ejecutivo que les admita como vicepresidentes. Han perdido la paciencia. Desde una perspectiva histórica, Ciudadanos hubiera acertado más buscando un pacto con el PP a cambio de la jubilación de Mariano Rajoy, ya que los dirigentes conservadores están demasiado desmoralizados para proceder a la destitución por incumplimiento de objetivos. De hecho, Rivera ha forzado relevos antes de pactar con dinosaurios populares en dos comunidades autónomas. El PSOE podría haber limado el componente asilvestrado de Podemos, en una alianza que se acerca peligrosamente a la mayoría absoluta y que contaba con la adhesión entusiasta de los nacionalistas vascos y disimulada de los catalanes.

De la suma a la sima, las esperanzas irracionales depositadas en el acuerdo superan incluso a las patentes limitaciones lógicas de Rivera y Sánchez. Por fortuna, la duración del pacto no está garantizada. Apenas unas horas después de los abrazos protocolarios, los portavoces socialistas avanzaban la desaparición de la reforma laboral de Rajoy, de la Lomce de Wert y de la ley mordaza de Fernández Díaz. En cambio, desde Ciudadanos se matizaba una reconducción de los textos legales citados. A falta de decidir si Iglesias es el mejor aliado de Rajoy según pregona el portavoz del PSOE, no queda claro que Rivera y Sánchez pretendan arrinconar al presidente de la legislatura única.