Las huelgas «a la japonesa» no existen. Se me cae un mito. Resulta que todo es una leyenda urbana y que los japoneses no son tan modélicos como para echar más horas en el tajo como medida de presión ante la patronal. Por lo visto, los nipones se asemejan a los occidentales a la hora de protestar y si acaso lo que les va es hacer «huelga de celo», es decir cumplir estrictamente las normativas y convenios laborales. Ni media hora de más regalada a la empresa. Está feo confesarlo, pero llegados a este punto se me cae el resto del artículo dado que mi intención era proponer que los trabajadores de Limasa se apuntaran la próxima vez (que la habrá) a una huelga tipo japonés. En vez de llenar las calles de basura como están haciendo esta semana, la plantilla se dedicaría a dejarlas como una patena. Ni un papel en el suelo, ni una bolsa olvidada en el fondo del contenedor y hasta las escobas relucientes. En lugar de alarma por problemas higiénicos y sanitarios como está a punto de ocurrir en Málaga, el resto del mundo nos admiraría por la brillantez de nuestra ciudad. Tal vez incluso vendrían los concejales de limpieza de otras provincias, y no al revés, para ver con sus propios ojos el milagro malagueño. Es más, hasta los ciudadanos nos volveríamos más pulcros y no dejaríamos caer ni por descuido el más mínimo residuo. Seríamos como esas ciudades o pueblos que hasta da pena pisar ante su impecable estado higiénico.

Tal vez habrá quién piense que estando hasta arriba de basura no quedan ganas de hablar de limpieza pero, sinceramente, no se me ocurre otra forma de combatir el nada edificante escenario en el que se han vuelto a convertir nuestras calles por un conflicto que huele mal desde hace demasiado tiempo. Y peor que va a oler como el Ayuntamiento y los trabajadores de Limasa sigan enrocados en sus posiciones y no se vuelvan a sentar a hablar pronto. Desde que la cuerda se rompiera en la última reunión, el silencio se ha hecho fuerte, aderezado por declaraciones de las partes que sólo avivan el fuego. Así no.