He dicho una y mil veces que la política no es sólo comunicación pero la comunicación es fundamental en la política. De un tiempo a esta parte he estado siguiendo a un político local y he llegado a la conclusión de que tiene un problema. Como estoy en un año de relax y decidí no encender muchas llamas solo dibujaré un retrato al contraluz del susodicho, porque no hay nada peor que un político triste. Es descorazonador ver que las personas que tienen que hacer de puente con la ciudadanía son meras comparsas, bustos parlantes sin intensidad y faltos de sangre en las venas. No, no espero que todos los políticos sean una caja de sorpresas como Celia Villalobos, ni que hagan de esto un circo como Beppo Grillo en Italia, pero qué menos que los encargados de llevar la voz cantante de un partido sean personas que sepan transmitir. Porque las ideas son, en sí mismas, actitudes. Si no transmites entusiasmo delante de un micrófono o una cámara, ¿cómo pretendes que me crea aquello en lo que defiendes? Es imposible, macho.

Un político triste en primera línea es lo peor que le puede pasar hoy a un partido. Hay perfiles que se ve de lejos que son magníficas cabezas pensantes y terribles intérpretes de su trabajo. Sobre todo, si el político triste tiene detrás una cara alegre lo descompensado del equipo tiene un efecto pernicioso. Desaparece.

Por eso no es bueno tener a un apocado delante de una cámara. Un triste jamás se convertirá en líder de nada, ni del cambio ni de sí mismo. Porque la política no es sólo comunicación pero la comunicación es fundamental en la política. Un 70% de todo lo que comunicamos es por la vía no verbal, por ejemplo, gestos. Y esa cara triste me dice más que tus medidas€ porque no le hago caso a tus palabras cuando hablas.