Las sociedades modernas, las del siglo XXI, deben estar basadas en un desarrollo social y económico sostenible, lo que incluye forzosamente la igualdad entre hombres y mujeres. Sin igualdad, la respuesta a esta crisis es inadecuada, porque más allá de social, política y económica, es estructural. Y es estructural, también, porque es consecuencia del neoliberalismo patriarcal imperante.

Reconocidos los medios de comunicación como uno de los agentes socializadores, y con especial peso en la actual sociedad llamada de la información, tienen un papel decisivo en la necesaria transformación social. Al menos así lo creemos muchas de las personas que nos dedicamos a la comunicación. Sin embargo, pareciera que en relación a la igualdad de género ese rol no es asumido casi por ningún medio.

Esta es una realidad sorprendente ya que la igualdad es un derecho humano y estos constituyen, en el mundo relativista de los valores morales, el minimum de una ética del consenso. Es decir, son valores garantizados y exigibles porque son universalmente aceptados, estando además recogidos en los textos jurídicos internacionales y en las cartas magnas nacionales como paradigma y referencial ético que orienta el ordenamiento jurídico contemporáneo.

Sin embargo, los medios de comunicación, así como la publicidad, nos siguen contando la misma imagen de las mujeres, alejándose del valor de la igualdad. Ante la crítica, existen quienes dedicándose a esto de la comunicación afirman que los medios reflejan la sociedad que existe no la que debería existir. Es decir, que si los medios fueran personas, sería como decirles que fueran unos pobres de espíritu en lugar de ser vanguardia. Forma parte de su responsabilidad ser avanzadilla o ser cómplices de de la injusticia de la desigualdad.

También deben los medios tener como objetivo reconocer, asimilar y transmitir aquellos valores morales, que son ley, designados como universalmente deseables, entre los que se encuentra la igualdad de género. Reconocer, asimilar y transmitir como tres escalones para que su actividad se convierta en una implicada con un proyecto de sociedad mejor.

Reconocerlo implicaría ser conscientes de que el género, en palabras de María Moliner, está «referido especialmente a las diferencias sociales o culturales motivadas por el sexo de las personas», o sea, que es una construcción social y cultural que asigna roles, espacios, características e identidades diferentes a hombres y mujeres en función de su sexo biológico.

Asumirlo implicaría optar por la doble conciencia humana, es decir, ser conscientes de nuestra conciencia, que tiene como efecto el hecho que de adquiramos unos conocimientos que nos llevan a una comprensión de la realidad. Es decir, que sean capaces de identificarlo y actuar en consecuencia.

Transmitirlo equivale a una voluntad real de ejercer el papel que solo ellos pueden tener. Habiendo dos discursos fundamentales: el publicitario y el no publicitario, siendo del segundo responsable la empresa anunciadora, ya existen algunas recomendaciones en el tratamiento de ambos.

En cuanto al discurso informativo, en relación a la violencia machista, podrían transmitir las informaciones relativas a los asesinatos de mujeres, no categorizando estas informaciones como sucesos; titulando con rigor, porque estas mujeres son asesinadas y no mueren simplemente; adoptando códigos deontológicos que contextualicen esta información como violencia machista, y no como casos aislados.

En cuanto al discurso publicitario, la ley considera ilícitos los «anuncios que presenten a las mujeres de forma vejatoria o discriminatoria, bien utilizando particular y directamente su cuerpo o partes del mismo como mero objeto desvinculado del producto que se pretende promocionar».

Al respecto de esta publicidad sexista se ha creado una mesa técnica en el Ayuntamiento de Málaga, en la que participa también el tejido asociativo, con el objetivo de regularla y poder eliminarla de nuestras calles. Acabamos de empezar el trabajo, pero ya tiene un papel pionero pues no existe ninguna Ordenanza en España que trate esta publicidad de manera expresa. Que tomen nota.

En ambos discursos, podrían dejar de transmitir una imagen que responde a estereotipos (dulces, monas, limpias, cuidadosas, cariñosas, entregadas…), a roles (parir, criar, cuidar del hogar…), y relegada al espacio privado en el que el trabajo que se realiza no está valorado ni reconocido socialmente, así como al uso del cuerpo femenino como un reclamo y un objeto sexual. Que se fijen en la imagen de las deportistas de élite.

En definitiva, que los medios ignoren en sus contenidos el derecho humano de la igualdad entre hombres y mujeres, les aleja de esa utopía realista que nos conduce a ser mejores como sociedad. Ignorarlo, es olvidar que la igualdad es un principio inspirador de la convivencia pacífica. Ignorarlo, es limitarse en sus capacidades, carecer de voluntad y de compromiso reales. Ignorarlo, es negarse la capacidad de imaginar una realidad, es dar la razón a quienes los tratan como pobres de espíritu.