El lunes me llegaba al correo una de esas recopilaciones de noticias de un diario digital, como todos los días. Destacaba una noticia: «Un joven mata a su amigo en una discusión sobre Messi y Cristiano en Bombay». Fo, vieo. Qué panda de tarados nos rodea. El fútbol se ha convertido en un vertedero de mentes humanas. Un asqueroso negocio en el que los empresarios se ríen de las masas dóciles y borreguiles. El fútbol es el circo romano. Nos tienen comida la cabeza. El suceso de la India es, por supuesto, una raya en el agua. Una exageración de la estulticia. Porque hay que ser muy lerdo. No comprendo, no puedo, a esa gente que se acalora con una conversación sobre el fuera de juego o el peinado del astro furbolero de turno. Y eso que soy fiel parroquiano en La Rosaleda.

Como diría Samuel: «Hay que estar muy tostao para matar a un colega por esto». Y es en ese momento en el que damos un golpe de timón y viramos a la política. Asuntos de altura, dicen. Cuánta discusión fútil en torno a los politiquillos. Ese barniz de tertulia forofista que tienen los programas de análisis. Ay, Señor.

Y esos… Esos sí que son coleguitas buenos. Los programitas de la tele se parecen demasiado a batallitas de bar entre jubilados peleándose por la coleta de Iglesias, la alopecia de Rivera, la pinta de Madelman de Sánchez o la propia figura de Rajoy. Está la cosa como para que suframos otra campaña. ¿Ves eso al fondo? Son elecciones, ¿no?

Nos pille Dios confesados y nos lleve por un camino lo menos tortuoso posible. A poder ser, coleguitas, no os peleéis por Sánchez y Rajoy ni por Cristiano o Messi. Vais a comer igual a fin de mes y a ellos les va a dar igual.