Ni las montañas de basura en la entrada de la calle Larios. Ni la enfurecida salida del máximo representante de los trabajadores, Manuel Belmonte, de uno de tantos vanos intentos por desconvocar la huelga. Ni el emocionado alcalde Francisco de la Torre, aclamado por la masa hostelera a las puertas del Ayuntamiento el pasado miércoles. Ni siquiera esas decenas de contenedores ardiendo en la madrugada malagueña como si hubieran sido prendidos por fuego valyrio. No. La imagen de la huelga está desde hace varios días en Instagram, y el día después de llegar a la red social la sacaba en portada a comienzos de semana un periódico local (y si la fotografía la publicaba el diario Sur, se dice y no pasa nada). Cuatro chicas, supermonas y superideales, despedían el fin de semana con las maletas en ristre y haciéndose un selfie, sin palo pero con mucha sombra de ojos, delante de una de las acumulaciones de basura más mediática del Centro de Málaga, la de la plaza Uncibay. La imagen, que es parte del álbum que componen los muchos (que los he visto yo) turistas que no han dudado estos días en inmortalizarse junto a los residuos de Molina Lario, de la calle La Bolsa, de la plaza de la Merced incluso con una GoPro para darle un angular épico al asunto, lleva a pensar que quizá haya que darle una vuelta a las repercusiones negativas para el turismo de esta huelga que ha durado once días. La moda de los últimos días de retratarse con la inmundicia en vez de con las estatuas de Pablo Picasso o con Hans Christian Andersen daría para abrir un nuevo segmento similar al del turismo de catástrofes, pero con más moscas. Hay que buscar el lado positivo a esta huelga que ha teñido de restos de tomates y patata las calles del Centro y que ha dejado más de una piña entre partidarios y detractores. Si no la logran los trabajadores, que alguien se lleve algo de productividad de todo esto.

La foto de las cuatro chicas seguramente no ocupe ya la portada de Facebook de ninguna de ellas, y ya solo sea el recuerdo de un fin de semana en la Costa del Sol, que se mantiene vivo sólo por el deseo y la promesa de volver de nuevo, las cuatro juntitas, a una Málaga bella, limpia y sin porquería por sus calles. Lo único difícil será cuadrar una fecha que les venga bien a las cuatro y, sobre todo, encontrar un fin de semana en el que Málaga esté limpia.