El pasado jueves tuve el placer de de escuchar a José Luis Villacañas, un filósofo y escritor conocido por muchos y, por encima de géneros y especialidades, uno de esos pocos sabios de verdad que tenemos en este país. Habló desde su conocimiento de la historia política. Los males de hoy no son más que el resultado de problemas del ayer, en particular, lo que denominó el síndrome de nación tardía. En sus propias palabras, en la entrevista que le hizo Lucas Martín en este mismo periódico al día siguiente: «España se ha visto abrumada por el síndrome de la nación tardía». Al definirse más tarde que otros países como territorio, ha ido arrastrando una angustia existencial permanente que sólo ha sabido contrarrestar con procesos acelerados de autoafirmación. Y eso, como es lógico, ha generado reacciones en los poderes periféricos y ha puesto en marcha un círculo vicioso con dos actores, Estado y nacionalismos, en continua pugna ansiosa por ejercer y amplificar su voluntad».

De algún modo, la debilidad de nuestro país parece edificarse sobre lo creíamos que fue su primacía, un Estado Moderno y un Imperio (Imperio primo moderno). Así, el proyecto imperial español fue tan responsable de la relación con la modernidad política y de los proyectos nacionales europeos, como de la nuestra. Así, la reacción europea al poder español forja la modernidad política y el vigor de los proyectos nacionales de sus Estados mientras que es también el origen de nuestra conflictiva relación con la Modernidad y de las peculiaridades y déficits de nuestra nación y nuestro Estado, es decir, una nación tardía y frágil en un Estado débil. Llegamos tarde a ser una nación dentro de un Estado que tampoco supo resolver adecuadamente la tensión entre las identidades y la descentralización política, viviendo todo ello dentro de una angustia existencial que nos hacía reflexionar sobre nuestro ser, nuestra identidad y nuestro proyecto de país entre el paisaje de la decadencia y un futuro siempre incierto.

La democracia parecía haber conseguido resolver este viejo problema nuestro a través de la Constitución de 1978 y del modelo autonómico y, sin duda, nos hizo casi desaparece totalmente esa angustia existencial. Casi cuarenta años después sabemos lo necesaria que sería una reforma constitucional, que será, sin duda, una de las labores de ese nuevo gobierno -que está por hacer-. El profesor Villacañas postulaba la tradición del federalismo y defendió el Estado Federal y, por supuesto, el cambio del Senado como auténtica Cámara de representación territorial. Sin embargo, si hay un mensaje que me pareció relevante de su conferencia es la idea de que la solución de los problemas exige tiempo, un tiempo y una confianza que los ciudadanos dieron a sus políticos en la transición para consolidar la democracia en nuestro país.

Desde luego, creo que estamos pasando de la angustia existencial del debate sobre nuestra identidad y proyecto nacional a una paciencia existencial porque a la ciudadanía le preocupan otros problemas. Así lo demuestra el Barómetro del mes de febrero del CIS en el que los ciudadanos les preocupan sobre todo el paro, la corrupción y la situación política del país mientras que dos de los grandes problemas nacionales, la ausencia de Gobierno o el desafío independentista catalán pasan a un segundo plano. Sólo un 1,4% los sitúan entre los principales problemas de España. Incluso son menos los que consideran que le afectan personalmente: la falta de Gobierno es solo percibida como una inquietud personal por el 0,6% de los encuestados y la independencia de Cataluña, por el 0,8%. Por otro lado, lo cierto es que los últimos sondeos revelan algunos cambios dentro de la volatilidad en la que nos movemos pero no parece cambiar el escenario de tener que formar un gobierno de coalición después de unas nuevas elecciones. Hay otras muchas razones para que la clase política y los partidos políticos hagan un último esfuerzo de formar gobierno pero elegiré una: aunque los ciudadanos no sienten angustia existencial por la formación del gobierno ni por la cuestión catalana, sí les preocupa lo que está pasando. Pues eso, sin prisa pero sin pausa: siéntense, dialoguen, negocien e intenten formar un gobierno, por favor. Mejor ahora que no después de otras elecciones. Se lo agradeceremos todos. Este país también.

*Ángel Valencia es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Málaga