De Limasa 3 ya tenemos un máster casi todos los malagueños. Tu vas por la calle y sondeas a un ciudadano sobre cuánto cobra un operario de turno de noche de Limasa y te canta el interfecto en un plis-plas con el soniquete de los niños de la Lotería la paga en bruto, en neto, con las extras, la de productividad, la del verano-otoño-invierno, el importe de la cesta de Navidad y hasta la marca de la junta de la trocola del camión. Todo de sopetón y sin recurrir al comodín del paso palabra. Los hay incluso que detallan hasta las retenciones de la Seguridad Social y el IRPF, pero estos son ya unos frikis o se iniciaron en la materia en la recordada huelga de 2002. Pero si preguntas a su colega sobre los beneficios de las tres empresas privadas que gestionan (siendo muy generoso) el negocio de la basura te sueltan una retahíla de impropósitos a cuenta del inexplicable canon técnico, de la cláusula que asegura un 2% de los beneficios..., y si le das cuartelillo te esboza en un power point imaginario ingresos, gastos, toneladas de residuos, porcentajes de reciclado e incluso los planes de baldeo del próximo semestre. Todo con sus barras de colores y gráficos en dientes de sierra. Una monada.

No hay duda. Limasa está de moda y forma parte ya de nuestras vidas, como la coca cola o las tortas locas. Bien por la envida de sus sueldos, bien por los beneficios de sus empresarios. Antes todos sabíamos un huevo de la prima de riesgo, de agencias de calificación, estábamos atentos a los últimos mandamientos de Ángela Merkel y discutíamos sin parar en la barra de un bar sobre la deuda soberana agitando un copazo de brandy soberano, quizás más asequible de explicar. Luego nos hemos pasado semanas cavilando sobre quién gobernará España y trazando hipotéticos pactos a diestro y siniestro, pero Málaga es muy de modas y ahora avivamos discusiones levantiscas sobre Limasa. Un tema fetiche en el que todos nos devolvemos ya con cierta soltura. En los cafés mañaneros de la zona cero de esta huelga (hemos exportado la plaza de Uncibay por los telediarios de media Europa en plena campaña de reservas turísticas) el debate saltaba en la bandeja del camarero de mesa en mesa sobre si los trabajadores de Limasa son unos privilegiados o no. Otros ahondaban más en la incapacidad del Ayuntamiento de Málaga para poner cordura. Los había también que defendían con ahínco a los trabajadores refutando las tesis de los recortes y dejándose oír qué ojala todos tuviéramos sueldos dignos. Otros elevaban el nivel con discusiones sobre qué convenio es el verdadero, el del 2010-2012 como falló una sentencia y que defienden los trabajadores pues se firmó antes de los recortes; o el válido es el acuerdo que permitió desconvocar la huelga de 2013 y que el Ayuntamiento trató tres veces en vano que la Junta de Andalucía lo inscribiera como convenio atribuyendo a esta maniobra parte de los males actuales. Pero lo enriquecedor del tema es que todas las conversaciones fluían hacía la misma conclusión: Málaga está sucia y no por la huelga.

Es lo que tiene convocar tantos paros en un servicio esencial en cualquier ciudad. Se pone todo el foco mediático y ciudadano en si los trabajadores ganan más o menos y si la empresa se lleva todo lo que puede de rositas obviando todos un pequeño detalle: la finalidad de Limasa es que la ciudad esté limpia, y no lo está. En estos 16 años que lleva la actual empresa gestionando nuestras miserias pocos debates, reuniones interminables, asambleas de trabajadores o comisiones mixtas se han creado para analizar por qué Málaga ha pasado de recibir la famosa «escoba de oro» a ser considerada por la Comisión Europa como una de las mejores ciudades en calidad de vida pero sucia. Incluso en algunos barrios, muy sucia. De esto, nada de nada. Ahora, discutir problemas durante estos 16 años todos los que quieras, cuando quieras y a las horas que quieras.

Las partes olvidan que el objetivo primario de Limasa no es generar cada año millones de beneficio fácil, sin riesgo alguno, a los socios privados que controlan la mayoría de la empresa mixta de limpieza (Urbaser, FCC y Sando). Tampoco es tener una plantilla con un convenio muy por encima de la media y con algunos añadidos fuera de mercado como los puestos hereditarios (todos los grupos votaron una moción para eliminarlos y ahí sigue la moción, en la basura) o tener unos cuantos días más de vacaciones o descansar todos los fines de semana. Limasa, que nadie lo olvide, es una empresa de recogida, limpieza y tratamientos de residuos, pero hasta este año no ha sido posible poner en marcha una comisión de investigación para analizar en profundidad qué narices sucede en este monstruo ingobernable que nos cuesta una pasta con resultados insatisfactorios para todos. Limasa tiene el mérito de encabronar a los trabajadores, a los socios privados, al Ayuntamiento de Málaga y a casi todos los ciudadanos.

Málaga no puede ser rehén de la nefasta gestión de esta empresa y después de Semana Santa se abrirá el debate sobre qué se debe hacer en 2017, fecha en la que expira el actual megacontrato. ¿Municipalización, como defienden los trabajadores y los partidos de izquierdas del Ayuntamiento con la tesis de que saldrá más económico? O, ¿privatizarla por completo y trocear la ciudad o los servicios para lograr una empresa más manejable y a la vez competitiva, como parece que defiende el Partido Popular?

Lo que ha quedado demostrado en estos 16 años de exitosa vida de Limasa es que el actual modelo no sirve, es un desastre absoluto, un fracaso se mire como se mire. Son muchos años de conflicto, con acusaciones entre las partes, con deslealtades como acusa el alcalde a la Junta por no inscribir el acuerdo del 2013 como convenio, con incumplimientos de sentencias como defienden los trabajadores... Demasiado.

La nueva Limasa debe despejar todas estas dudas, pero no atisbo una solución definitiva pues el pliego de condiciones para sacar a concurso la gestión se hará, previsiblemente, antes de que falle el juzgado de lo Social número 12 sobre cómo se aplica el convenio del 2010-12. El juicio está señalado para el 6 de septiembre y el fallo podría producirse incluso una vez adjudicado el nuevo contrato, por lo que hasta entonces se funcionará con los acuerdos transitorios pactados el jueves para acabar con la huelga, por lo que nueva empresa podría empezar a funcionar sin saber exactamente el marco laboral, el coste total del personal... Vamos, lo que se dice empezar bien.