Quienes creemos que de mil en mil euros sí se blanquea dinero, no salimos de nuestro asombro ante una comparecencia como la de la popular Rita Barberá. Pero a quienes tenemos entrañas nos da pena -también rabia- ver a alguien así, arrinconado, amorcillado en tablas, con la vieja bravura herida por la evidencia, progresivamente abandonado por el resto de la vieja manada; repudiado por los nuevos erales que nacieron en ella mucho después, novillos que ahora pugnan por no verse manchados por quien ya no debe ni puede ser líder de nada, y menos de ellos, que ya se disputan su derecho al liderazgo. Barberá, arrinconada en las tablas del Senado, las mismas que debió abandonar en un rapto de dignidad a la primera sospecha, en vez de escarbar tanto en el albero para amagar en tablas, en vez de defenderse de la estocada de la corrupción en el centro de la plaza…

Quienes creemos que es muy grave que dos presidentes del Gobierno vayan imputados, o ahora investigados, al juzgado, como es el caso de los expresidentes autonómicos Chaves y Griñán, no salimos de nuestro asombro ante lo que eso supone para nuestra historia democrática, ya que en Andalucía sólo ha habido cinco presidentes, contando con la presidenta actual, en casi 40 años (si dejamos a un lado al constituyente y breve Plácido Fernández Viagas). Pero a quienes tenemos entrañas nos da pena -también rabia- ver a Griñán y Chaves toreando al alimón al morlaco judicial por segunda vez, esta vez en plaza de segunda tras haber declarado como aforados en el Supremo. Ratificándose ahora en lo ya dicho para no responder. Insistiendo en empujar una y otra vez contra el peto del caballo en el tercio de varas, aguantando la pulla de la pena de paseíllo mientras un puñado les grita «chorizos», mirando sólo de reojo al matador al que pretenden despreciar. Apurando el tiempo al máximo hasta ver si son devueltos a los corrales de la historia donde hace ya algún tiempo debían estar. Esperando que prescriba la suerte judicial por la lentitud de la jueza Alaya, según los suyos; por la lentitud de los suyos en aportar las pruebas del demostrado fraude en los expedientes de regulación de empleo, según los que les gritan…

Quienes creímos que un obrero siderometalúrgico como Lula, en Brasil, bregado en el sindicalismo de clase en un país que es casi un mundo, tremendamente complejo y con grandes desigualdades, simbolizaba la prueba de que los gobiernos democráticos podían ser honrados y bien gestionados por grandes personas comunes, muy alejadas de la tecnocracia de una burguesía nacida y educada para gobernar y que nada cambie, no salimos de nuestro asombro al ver a quien hoy es quien fue, aforado en los toriles del poder que combatió una vez, financiado por una de esas petroleras a las que se enfrentó para gobernar hace ya, parece, una eternidad. Pena, rabia…

Pero ante el espectáculo parecemos estar siempre parados en la merienda (eso tan típico en algunos cosos tras el tercer toro, para quien no entienda ni quiera de corridas de toros). Parecemos estar hablando con el de al lado, con la boca llena, como si estuvieran los areneros limpiando el albero y no pasara otra cosa en la plaza. Si casi nos está pasando con el doloroso espectáculo de los refugiados y su canjeo como ganado, no nos íbamos a soliviantar por el de la corrupción, ya tan acostumbrados y sin niños llorando sobre el barro.