Tres artículos seguidos hablando de la basura es excesivo y, probablemente, incluso perjudicial para la salud. Pero tras haberme preguntado la semana pasada qué pasaría después de la huelga, cómo sería ese momento en el que el enésimo conflicto de Limasa terminara, no puedo evitar concluir esta trilogía.

El fin de la huelga llegó el viernes de madrugada, aunque los malagueños hayamos tenido que convivir con la basura hasta hoy mismo. Las montañas de desperdicios no dejaron de crecer en los primeros días de esta semana pese a que los trabajadores de Limasa comenzaron la recogida el viernes. Las más que optimistas previsiones del Ayuntamiento, que aseguró que Málaga estaría reluciente ayer miércoles, no se han visto cumplidas y han dado paso a una nueva polémica. Así de pronto y sin apenas dar tiempo a digerir un acuerdo entre la parte municipal y el comité de empresa que ha vuelto a ser más de lo mismo. Es decir, un no arreglar las cosas definitivamente y dejarlas para mañana. Pero la polémica no es esa sino la provocada por la forma en que el Ayuntamiento ha gestionado la retirada de la basura de la huelga. Contratar a FCC, socio privado mayoritario de Limasa, para participar en el servicio de refuerzo ha provocado indignación e incredulidad, aunque se justifique asegurando que los socios de la empresa de Málaga «tienen el servicio de limpieza de más del 80% del país». Vamos, que no quedaba otra opción y esto es lo que hay. Unos socios privados que son los mismos que no han dicho ni pío durante los once días de huelga y que tampoco lo hicieron ayer en el consejo de administración de Limasa, del que se marcharon cuando se iban a tratar las consecuencias de la huelga. Debe ser estupendo tener una empresa que realiza un servicio público y asumir sólo para la parte buena, la de los beneficios, sin tener que preocuparse de todo lo que se refiere a los trabajadores y ni siquiera a los clientes finales -todos los malagueños-. Conclusión, el después de la huelga de basura no ha podido ser más decepcionante y, desgraciadamente, algo sigue oliendo muy mal.