Luis Enrique huyó de la quema cuando olvidó su libro de estilo consintiendo que Messi no entrara en las rotaciones. Eso fue en su primera temporada como técnico culé, al filo de su ecuador, y desde entonces se le acumulan los galardones con el aprecio generalizado de los aficionados blaugranas y del universo futbolero. Pero él, como todos, sabe quién manda de verdad en el Barça, y quién hace de su equipo el referente del fútbol mundial. Contar con el mejor jugador del momento, y uno de los dos o tres mejores de la historia, tiene esa doble cara: segundo plano y triunfo.

En el Atlético, sin embargo, son los directivos quienes huyen de la quema aferrados a su artista indiscutido: Simeone. Y es el importante porque cada año tiene que reinventar un equipo con aspiraciones; su plantilla se desangra con sus mejores jugadores, que son vendidos sin misericordia en aras del obligado cuadre de cuentas en los equipos con más números rojos que negros. Y ahí reside su éxito, aparte del estilo contrastado ya durante varias temporadas para hacer a los colchoneros los terceros en discordia en España. Otra cosa es a nivel europeo, donde no deja de ser un aguerrido equipo que sale al campo con el cuchillo entre los dientes; nada del glamour que corona a los verdaderos grandes: Madrid, Barça, Bayern, Manchester United, Chelsea, Juventus, Milán, ahora también PSG, etc. Es decir, pasa el tiempo pero nada nuevo bajo el sol.

Y en el Madrid, el número uno es don Florentino. Solo tardó un par de temporadas para dejarlo claro, desde que llegó al Bernabéu en el 2000. Por el camino han quedado achicharrados técnicos y jugadores en una ruleta sin fin desde que Del Bosque y Hierro salieron del equipo. Antes le salió bien con Redondo, que se lesionó de gravedad en el Milán al poco de venderlo, pero con los demás ha tenido que usar los apagallamas de los reiterados fichajes deslumbrantes cada año como escudo. Él confiesa a sus íntimos que la bomba hay que cebarla cada año para seguir en candelero, y a ello se aplica con una perseverancia tan brillante para su ego e imagen personal como nefasta para el club. No quiero reiterarme en mi crítica global a su gestión, ya la conocen sobradamente los fieles a esta columna, pero quienes duden de lo que afirmo solo tienen que mirar las estadísticas. Es muy fácil comprobarlo.

Llegado de urgencia Zidane al banquillo eléctrico blanco, como penúltimo pararrayos presidencial, ya presenta síntomas de achicharramiento. Decir en voz alta, por mucho que lo piense para sus adentros, como muchos, que cómo va a hablar de fichajes y bajas si él mismo no sabe si estará este verano al mando de la plantilla merengue, es la prueba palpable del fuego inquisitorial que se le acerca. Dar la razón a sus predecesores, Ancelotti y Benítez, de que la plantilla está desequilibrada, ha sido la mecha. Y ahora, asumiendo que la quema institucional es más que probable, trata de huir de la personal porque piensa, y con razón, que su prestigio no puede ni debe ser una ofrenda más en el altar de los egos e intereses de quien lo fichó y ha usado como emblema. El cada vez más Pérez, en detrimento de la deidad Florentino, no tiene miramientos con quien ose disentir de sus planes. Dejar cientos de millones de euros en el banquillo para que jueguen Casemiro, Lucas Vázquez, Carvajal, Jesé o Borja Mayoral, es jugar a la ruleta rusa con la pistola presidencial. Solo que en lugar de una bala tiene solo un hueco en su tambor. Y esa única posibilidad es ganar la Copa de Europa. Y a ello se apresta Zidane tratando de armar un equipo desde el medio campo, en el reino de medias puntas de su plantilla.

Casemiro tendrá así la continuidad que le ha faltado para demostrar si de verdad es jugador para el Real Madrid, más que nada porque es el único medio centro disponible, como también venimos reiterando desde que se marchó Alonso. Y de rebote Lucas Vázquez, como extremo eficaz y peleón. Ahora, a esta tesis, se apuntan casi todos los especialistas, cuando han estado hablando de galgos y podencos desde entonces. Deben ser que los árboles florentinianos no les han dejado ver el bosque real del Real. En fin, parece mentira.

Suerte para Zidane en su acertada huida de la quema. Mourinho acecha.