El paro juvenil se mantiene como una lacra irreductible pese a los innumerables programas de empleo, becas, bonificaciones para empresas y demás medidas aprobadas en los últimos años por las diferentes administraciones. Ninguna ha servido de mucho, la verdad. No dejan de ser los equivalentes a una tirita con la que se pretende taponar una herida que lleva años manando a chorros. Y es que nadie ha acertado con la receta adecuada para paliar una situación insostenible en una economía que, como la española, se presume desarrollada. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), la crisis mantiene a casi la mitad de los jóvenes malagueños en edad de trabajar condenados al desempleo, una tasa que no por estar en la media española deja de ser menos sangrante. Los datos facilitados por el INE y recogidos el pasado lunes por este periódico indican que a cierre de 2015, la tasa de paro en la franja de 16 a 24 años en Málaga se situaba exactamente en el 46,1%, pese a los síntomas de reactivación económica del último año y medio. Cabe recordar que ese porcentaje, en lo más duro de la crisis (allá por los años 2012 y 2013) llegó a dispararse a niveles del 70%, una cifra absolutamente demencial. Es cierto que en ese colectivo de parados que recoge la EPA cada trimestre entran personas que siguen estudiado y que quizá no tengan ahora mismo como principal prioridad la búsqueda de empleo, pero seguro que son bastantes más los que, pese a contar ya en muchos casos con una excelente formación, siguen acudiendo a decenas de entrevistas de trabajo sin encontrar la más mínima oportunidad de acceder a un empleo. Y no es que el paso del tiempo mejore mucho las perspectivas: el tramo de jóvenes de 25 a 30 años tampoco le anda a la zaga, con una tasa de paro de más del 37% (aunque en este caso el dato disponible es andaluz). Los graduados sociales y las propias ETT recuerdan que las empresas siempre prefieren a personas con experiencia previa para cubrir sus necesidades de personal, lo que en época de crisis, cuando la oferta de empleo es menor, suele castigar todavía más a los jóvenes. Sea como sea, el caso es que urge tomar medidas verdaderamente eficaces. Que ya puestos, deberían pasar por condiciones algo más generosas que las de esos contratos de formación y aprendizaje o de prácticas articulados en la reforma laboral.