Se ha escrito mucho de las vergonzosas escenas que el martes se vivieron en la Plaza Mayor de Madrid con los aficionados del PSVPSV. No quiero que esta columna se convierta en la enésima disertación sobre estos salvajes. Creo que todos sabemos diferenciar entre lo que está bien y está mal. La experiencia me dice que es imposible evitar este tipo de episodios denigrantes. Vivimos rodeados de cretinos o «de ratas», como clama el gran Chiquito de la Calzada. Por eso, me quiero detener en la vergonzante reacción de cientos de personas que fueron meros espectadores de la escena. Unos decidieron agachar la cabeza y seguir a lo suyo, mientras que otros, cogieron su móvil para grabarlo y obtener un buen puñado de 'likes' y 'retuits'. Entre tanto testigo pasivo, hubo una honrosa excepción: Juan José, un profesor de Filosofía jubilado, que nos dio a todos una lección. Ante la animalada que todos estaban presenciando, este señor no bajó la cabeza e hizo frente a los vándalos, demostrando que además de enseñar Ética, también la practica. Una clase magistral de civismo que ha pasado desapercibida en unos medios más preocupados en lo viral que en lo moral. Hace años que decidí tomar ejemplo de actuaciones como la de Juan José y enfrentarme a ese tipo de cretinos. Me han amenazado e incluso me han agredido por ello. Una factura que pago con gusto. La ciudad es de todos y cada uno tenemos nuestra pequeña parcela de responsabilidad. En algún momento del viaje del campo a la ciudad perdimos de vista este deber vecinal. El individualismo no nos puede cegar. Estamos obligados a convivir con indeseables de ese pelaje, por lo que habrá que cercarlos y perseguirlos y demostrar que somos una sociedad madura que no tolera la violencia ni la humillación ni el gamberrismo. Si la corrupción esquilma el Estado del bienestar es por esta dejación de funciones. Y aquí no podemos utilizar el comodín de culpar a la clase política. Me gustaría destacar dos ejemplo de cómo el mundo del arte ha denunciado ese silencio cobarde: la magnífica película de Elia Kazan 'La Ley del Silencio', o uno muy reciente, el pasodoble sobre el maltrato de Antonio Martínez Ares con sus 'Cobardes'. En ambos casos, queda claro que para mejorar el mundo que te rodea, a los halcones hay que hacerles frente y las palomas no podemos seguir mirando hacia otro lado o salir volando, en cuanto algo nos incomoda.