A veces da la impresión de que el talento mediático, la inventiva y la ubicuidad de Ángel García, "El Padre Ángel", están a punto de arrollar su carisma social, pero al final recupera el equilibrio, como ese funambulista que nos tiene en vilo. Su juego, en resumen, es recaudar mucho de los ricos para repartirlo con los pobres, y cada dribling es un momento de riesgo. Recibo un prospecto de su intento de convertir la madrileña Iglesia de San Antón en un punto de encuentro muy especial. La oferta es ésta: una Iglesia abierta las 24 horas, en la que cualquier persona puede tomar un café, usar los servicios, cargar el móvil, cambiar al bebé o entrar con la mascota. También hay desfibrilador cardíaco. Si el ejemplo cunde cambiarían las iglesias y cambiaría la Iglesia. Este hombre es imposible, debe de estar pensando más de uno en las alturas, pero el ángel en cuestión vuela más alto.