Félix de Azúa ha entrado en la Real Academia de la Lengua. Su discurso ha versado sobre la serendipia. Qué gracioso. La contestación ha corrido a cargo de Vargas Llosa. Una serendipia es un hallazgo afortunado e inesperado que se tiene cuando se está buscando otra cosa. No hace mucho que la RAE admitió tal término en su diccionario. Azúa dice que siempre ha perseguido las palabras. Que unas le han hecho más caso y otras menos. Afirma que las abraza o detesta, que las ama, que baila con ellas. Juguetea. Flirtea. Me habría gustado escuchar o leer su discurso íntegro. Por original. Pero encuentro pocas referencias en la prensa. Sin embargo, buscando, buscando hallo otras cosas interesantísimas. O sea, tengo serendipia. Busco a Azúa pero se me cruza un artículo sobre dormir. En la revista Papel. El autor es Javier Gómez Santander y traza todo un manifiesto sleeper, enmedio de tanto propagandista runner.

Dormir no está bien visto y es lo más necesario que hay. Dice. Y se pregunta por qué la gente cuelga en Istagram lo que come o viste o ve en un viaje pero no una foto de una cama revuelta y un texto que diga: me he pegado un homenaje de once horas. También encuentro una cosa de uno de los Vidal-Folch (Como los dos hermanos escriben muy bien es casi imposible distinguirlos) acerca de un periodista que fue despedido de su periódico por proponer conmemorar el 99 aniversario de Kafka. Muy gracioso también.

Se ve que no soy el único redactor jefe al que le gustan los números redondos. Pero me gusta más fantasear con cómo habrá sido el almuerzo o cena o copetín posterior al discurso de Azúa. Si la hubo. Supongo que la habría. Tal vez picoteraron palabras estofadas, serendipia al Jerez, croquetas de oxímoron o fantasías poéticas al pil pil. También fantaseo con un relato que hace tiempo tengo en mente y que estaría ambientado en una sesión de la Academia. A lo mejor la trama podría basarse en una tensa discusión, en esas reuniones que los académicos mantienen los jueves, sobre el término serendipia o sobre una cuarta o quinta acepción de la palabra cipote. Tal vez sobre la necesaria modernización de áptero, boreal o francachela. Creo que todo esto ya lo he escrito en otra vida, con lo cual extraigo dos conclusiones: me repito y el relato lo tengo bien metido dentro de verdad, dado que ya lo he contado dos veces.

Hay quien vende la piel del oso antes de cazarlo y quien vende un relato antes de escribirlo. Lo suyo sería un relato sobre una piel de oso y que un editor te lo compre antes de escribirlo. Sería flamante caso de serendipia. No sé si para el oso, el relato, el editor o para mi mismo. Ojalá que para el lector.