Martes Santo, él se prepara para la gran caminata que le espera hoy, es la primera vez, es un día especial, único. Comienza la penitencia. Como para todos el futuro es incierto, pero estar con sus dos hijas en este día le tranquiliza. Va a ir descalzo, cree que es lo mejor. Nunca ha sido muy religioso pero esta semana, de repente, le ha dado por pensar en Dios, a veces de forma infantil, quejándose y maldiciendo que le podrían ir mejor las cosas, otras veces agradeciendo lo bueno recibido, no en vano piensa que ha tenido suerte, otros no han podido, siquiera, emprender este camino. En cualquier caso espera que alguna Estrella le dé suerte de una vez. Comienzan a andar, llevar la cara tapada se agradece con este frío de marzo. Guantes para darle la mano a una de sus hijas, no hay mejor Rescate que llevar a los pequeños de la mano. ¡Uf!, la caminata se hace larga, pero hay que aguantar, precisamente ahora no te pueden ver desfallecer. Vamos a un sitio nuevo esta vez, y el camino es desconocido, pero seguro que compensa. Desde dentro la gente de fuera se ve diferente, algunos niños se acercan, pero los adultos los retiran para que no nos molesten. Como si tuviéramos una Sentencia. Ahora hay un cordón policial, no nos podrán hacer nada, no sé si eso es bueno. Nos traen un bocadillo a medio camino, menos mal, siempre hay alguien que ayuda pero no sé si bastará para todo lo que nos queda. Desde esta procesión uno piensa que los de fuera son, incluso, un poco raros, nosotros les vemos pero ellos a nosotros, aunque nos miran, no nos ven, bueno a los niños sí, los niños siempre atraen y llaman la atención, pero a los demás no nos ven. Parece que ya llegamos, la gran puerta de esta nueva casa está cerrada. ¡Qué raro!, imagino que alguien no ha hecho su trabajo de forma adecuada. Da igual, sigamos adelante. Martes Santo, Amal Mesaid comienza a cruzar el río que bordea Grecia por el norte, va descalzo para no mojar su único par de zapatos. Trae a sus hijas desde Siria. Comienza la penitencia€