Dicen los cursis que con el atentado de Bruselas el terrorismo islámico ha golpeado el corazón de Europa, y hasta ahí llegan, y se quedan tan panchos relamiendo su parida de nuevo cuño mientras esperan la próxima fibrilación ventricular. Me pongo malo.

No son pocas las veces que he escrito sobre este asunto, y cada vez que lo hago vuelvo a la carga con más virulencia e indignación. Quizá se deba a que soy débil y el miedo se va apoderando de mí, pero no un miedo a ser víctima de un atentado, sino miedo a la inoperancia de quienes tienen la responsabilidad de tomar cartas en el asunto. Cuando ayer el reloj marcaba las dos de la tarde y el Gobierno belga aún no había pronunciado la palabra atentado me hervía la sangre.

No me cabe en la cabeza que un grupo sea financiado internacionalmente y nadie sea capaz de cortar de raíz el rio de dinero que cada día les llega a mansalva, no entiendo cómo es posible que ni siquiera la mayoría de los refugiados sirios quieran buscar asilo en países con afinidad cultural y religiosa, tampoco comprendo de qué sirve el inmenso presupuesto dedicado a defensa e inteligencia si luego nos quedarnos petrificados a expensas de un acuerdo más propagandístico que resolutivo, y menos aún deduzco por qué las autoridades se niegan a hablar de guerra cuando está claro que se nos van amontonando los cadáveres. A mi entender uno ya es mucho.

Por eso digo que tengo miedo, cada vez más. Vivimos en la era de la información en tiempo real, en la época de la transparencia viral y la vigilancia extrema, pero resulta que los terroristas campan a sus anchas por dónde y cómo quieren. Uno se pregunta si el problema no se ha imbricado de tal forma que la decisión a tomar implique el abandono de la corrección política para empezar a pensar en la cada vez más impostergable limitación de algunos derechos en favor de la seguridad. Sólo es una idea que lanzo, pues ya me imagino a los progres tachándome de facha y a los fachas llamándome iluminado.

Me explico. No hay vuelta atrás, hay que actuar ya. Así como la población se rebela y pide medidas extraordinarias contra los asesinos, los violadores, los maltratadores y demás gentuza que pone en jaque la convivencia de un barrio, por qué no entender lógico y proporcional que la comunidad internacional adopte medidas legales que por cuestión de emergencia y supervivencia conlleven una lucha efectiva y no cosmética contra los bastardos que siembran el pánico en todo un continente. Alerta 4.

Si gobernar supone agradar a la mayoría y dedicarse a fomentar el je suis Bruselas, si luchar implica mirar para otro lado, si defender la libertad se reduce a cantar el Kumbayá en el parlamento todos juntitos de la mano pues qué quieren que les diga, que muy bien cuando no sean tuyas las piernas sanguinolentas que se mezclan con las tripas desparramadas de un suicida ¿No? Mientras el enemigo huela indecisión, desunión, tribulación, intereses económicos, errores estratégicos o buenas palabras esto sólo va a ir a peor, a mucho peor. Ayer nosotros bajamos al chino a comprar 34 velas y ellos seguían afilando sus machetes.

No se puede negociar con quien no valora su propia existencia, no se puede dialogar con el que nada tiene que perder, no se puede pactar con quien busca tu aniquilación, no se puede razonar con la barbarie, y no se puede transigir con quien desea tu apostasía y sometimiento. Repito: legalidad, proporcionalidad y contundencia. El iluso que quiera que lo llame disparate o lo tilde de otro sinónimo que suene a cantinela, yo prefiero llamarlo legítima defensa, una figura jurídica tan razonable y permitida que, aún respondiendo al principio de necesariedad, suele ser una buena solución para según qué peligros.

No se me va de la cabeza la silueta del carrito de bebé que en televisión se adivina entre el polvo y la humareda del aeropuerto belga. Si se preguntan qué hacer prueben lo que yo, pongan en un lado de la balanza su propia vida o la de sus hijos, y en el otro lado depositen el Imagine de John Lennon. Por desgracia la respuesta es clamorosa, es necesaria y, como siempre, ya llega tarde.