"Vamos a matar judíos"

No es que yo tenga especial cariño a los judíos, «pueblo escogido» para cometer sagrados genocidios en nombre de Yahvé, piadosa costumbre fielmente imitada después por los cruzados -en España, hasta 1939- y hoy por los yihadistas. Pero me dejó de piedra el enterarme que en León todavía practican el devoto rito de Semana Santa del «Vamos a matar judíos» mientras van a tomar vinos -sangre de judíos- mezclados con otros productos, hábito que se remonta a la Edad Media y que todavía no han superado. El maltrato y muerte, real o simbólico, de personas y otros seres vivos quizá atraiga todavía a algunos indígenas y a turistas sádicos. Sin embargo, creo que ya es hora que la «marca España» prospere por atracciones y turistas menos perversos.

Manuel Delgado Iriarte. Málaga

Políticos por el cambio... de nombre

A la puerta del Registro Civil se agolpan los políticos para cambiar su nombre, lo que antes de la democracia era privilegio de papas, reyes y bandoleros. El funcionario les pide hagan fila detrás de un señor, que viene recomendado, y pasa el primero. «-Mi nombre es Juan Mierda». El funcionario, amable con el recomendado, le comenta que comprende sus prisas por cambiar su apellido. «No, no: es el nombre. Quiero llamarme José». El segundo dice llamarse Cándido Méndez, de UGT, y quiere cambiar su nombre porque siempre tiene que protestar a quien le llama así: «¿Cándido yo? ¡Mierda!»

Sigue una larga cola de políticos «Izquierdo» o «Iglesias», porque son -al menos hoy- de la acera de enfrente. Pero cuando el funcionario, llevado por la rutina, va a cambiar el apellido de Pablo Iglesias, de Podemos, éste comenta que él no cree en eso de derechas e izquierdas, que le da igual cambiar nombre o apellido, porque lo que le importa es no ser el segundo de nadie, ni del fundador del PSOE ni de sus seguidores. El último, por fin, Gabriel Rufián, del ERC, quiere, al contrario, modificar nombre y apellido, porque no están en catalán. Después de esto, el funcionario ha renunciado a su nombre y apellido y huido al extranjero.

Javier Sanz Ridruejo. Málaga

Ante el terrorismo yihadista

El terrorismo ni es nuevo ni ha podido con Europa, que de 1973 a 1980 sufrió entre 250 y 400 muertes por terrorismo al año, con más de diez atentados por semana, aunque menos espectaculares, con menos víctimas, realizados sobre todo por terroristas europeos de distintas ideologías (R. Senserrich).

Situándolos en su contexto, recordemos que los atentados yihadistas en Europa constituyen sólo una pequeña parte del total, ya que el 87% de los que se han realizado desde el año 2000, con más de 72.000 muertos, han sido en países de mayoría musulmana. Estos atentados en Europa intentan ocultar las derrotas del Daesh en Asia y provocar una respuesta excesiva que le atraiga la solidaridad de los países musulmanes e impida la integración de los musulmanes afincados en Europa, fomentado aquí una xenofobia de «cruzada», como la de Bush tras el 11S, y hoy otros desequilibrados en Europa. Esto último también aumentaría la solidaridad de los musulmanes del mundo con quienes hoy no consiguen reclutar sino a grupos marginados, a los que, ya por justicia social, debiéramos evitar sufrieran esas condiciones de vida aquí y allí.

Al terrorismo - como dice J. Dezcallar- hay que combatirlo con inteligencia, sin fomentar un temor que se convierta en terror y fomente respuestas excesivas, repitámoslo, contraproducentes, calificando la lucha contra él de “guerra”, como desean el Daesh allí y los militaristas aquí, apoyados por los fanáticos devotos de «cruzadas» de triste memoria.

Javier Torres Sanz. Málaga