Con la iglesia hemos topado, por Cristina Castro

El tesoro de un pueblo es su Constitución, y la de los españoles se aprobó como todos ya sabemos en 1978, pero, ¿está cumpliéndose? La respuesta a esta pregunta es complicada. Por ejemplo, en la Constitución se reconoce a España como un Estado aconfesional, pero la puesta en práctica de este adjetivo es una costumbre bastante decadente. Es difícil creer en la aconfesionalidad de un Estado cuyas fiestas son mayormente católicas, un Estado en el que la Iglesia sigue teniendo un puesto privilegiado en el que se le abstiene de pagar impuestos, un Estado en el que el uso de iconos religiosos o crucifijos en instituciones públicas es algo regular, y sobre todo un Estado que se gastó millones de euros en la JMJ realizadas hace unos años, sin haberlo consultado siquiera. Actuando de esta manera la Constitución está faltando a su promesa de un Estado sin afiliación a ninguna religión en concreto, y a su vez deja desprotegidos a millones de españoles, ya sean estos ateos, agnósticos o pertenecientes a otras religiones.