El sistema operativo del ser humano tiene millones de años, y está cerrado, por lo que admite pocas modificaciones. A partir de ese software nuclear, la cultura material y social ha ido autoproduciendo luego muchas variantes y programas (el dinero, por ejemplo), sobre las que a su vez se desarrollan las más diversas aplicaciones (una moda, por ejemplo). Bien, esta es una forma un tanto burda y lega de verlo, pero vayamos al asunto. Cuando un invento o un producto conecta con la base misma del sistema operativo humano tiene un éxito formidable. Quizás haya sucedido esto con la invención del móvil, que, en una sociedad tendente al aislamiento individual, permite el gorjeo característico de los humanos, la cháchara, restituyéndoles su gregarismo originario. A la vez da a la mano una nueva función, en un momento de la evolución humana en la que lo manual iba perdiendo uso.