Los que amamos los libros esperamos el momento siempre emocionante de poder compartir algunos de los pequeños tesoros que guardamos por duplicado. Me ha llegado el momento de ejercitar esa disciplina del espíritu que nos aconseja que uno de los inquilinos que tenemos repetidos en algún lugar de nuestra biblioteca emigre a más meritorias latitudes. Los tesoros son doblemente valiosos cuando los compartimos con los demás.

Lo tengo delante mientras escribo estas líneas: los Papeles de Málaga, del maestro de maestros, Félix Bayón. Es una pequeña joya que debemos a sus editores, el Ateneo de Málaga. Fue una edición modélica de 700 ejemplares, dedicada a los ateneístas malagueños. Se terminó de imprimir el 24 de abril del año 2000, lunes de Pascua, en los talleres de Dardo, la ilustre imprenta malagueña.

En este elegantísimo y discreto volumen, Félix Bayón recopiló textos suyos, tan diversos como imprescindibles. El primero de ellos («Recuerdos de mi trasplante») reproduce una conferencia leída en Málaga por Félix el 22 de octubre de 1999. El día siguiente fue publicada íntegramente en La Opinión de Málaga. La dedicó Félix a la familia del joven que hizo posible el trasplante de corazón que le regaló al maestro unos inesperados y maravillosos años de vida. Vida nueva que compartió generosamente con su mujer, Sagrario, y con el hijo de ambos, Pablo. Y con tantos amigos del maestro. Entre ellos, Rafael Pérez Estrada, que nos habla de Félix y del maná de su risa ecuménica en el prólogo de estos luminosos Papeles de Málaga. Félix nos dejó hace casi diez años: el 15 de abril del 2006. Muchos seguimos sin superar la sensación de oscuridad desamparada que su ausencia nos hizo sentir.

Ahora llegará ese librito para iniciados a las manos de otro maestro: el doctor Norberto González de Vega, una de las glorias de la medicina española. Pocos en este planeta saben tanto del corazón humano como él. Y pocos han sabido utilizar como don Norberto su inmensa sabiduría profesional con tanta compasión, con tanta inteligencia, como él lo sigue haciendo. La espera para encontrar el destinatario de este ejemplar de un libro milagroso por lo tanto ha terminado felizmente. Gracias por aceptarlo, don Norberto.