Con la cantidad de mujeres que engordan las listas del paro, y los trabajos le salen precisamente a Ada Colau. “En una sociedad sana y seria, Ada Colau estaría limpiando suelos”, dijo el concejal del PP en Palafolls Óscar Berman, de profesión perito judicial contable y con una reputación de talante ultramontano en su insignificante carrera política de segundón. Hace unos días, el escritor Félix de Azúa comentó que “es cosa de risa” que Barcelona tenga una alcaldesa como Ada Colau, que “debería estar sirviendo en un puesto de pescado” y se ha liado una gran polémica, lo cual tal vez le sirva para vender algún libro. Efectivamente, algunos de los empleos de peor consideración social suelen desempeñarlos las féminas. Honrados, quiero aclarar, pues creadores de sociedades opacas, comisionistas, asesores ficticios, tertulianos a sueldo y vendedores de preferentes son en cambio oficios muy masculinos. Pero señores soberbios, no se cansen buscando metáforas y enhebrando improperios contra colectivos muy dignos, que Ada Colau ya tiene trabajo para unos cuantos años. La ha puesto en su cargo la ciudadanía de Barcelona de una forma incontestable para nosotros y que a ustedes les martiriza: las elecciones democráticas. Seguro que en sus ratos libres, la alcaldesa friega algún suelo y algún baño, y rasca las escamas de algún que otro pescado para hacer la cena, porque ya se sabe que nosotras desempeñamos la multitarea sí o sí. Pero cuando llega a su curro, coge una vara de mando y actúa con la autoridad que casi doscientos mil votos le han otorgado. Con naturalidad, talento y mucha legitimidad.

El deporte favorito de demasiados intelectuales españoles es zurrar a Podemos, sus Mareas y demás grupos de apoyo. Para qué necesitamos pronunciamientos del Ibex 35, de las grandes empresas ni de los grupos financieros si los cerebros privilegiados sentencian a diario desde los medios que a Pablo Iglesias sólo se le puede votar borracho, adornan conexiones con Irán y Venezuela y fabulan sobre el Tribunal de Cuentas. Una disciplina concreta dentro de esta persecución consiste en arrear a las mujeres progresistas, y muy específicamente a las mujeres jóvenes. Colau, Bescansa, Maestre, Oltra reciben insultos machistas y clasistas a diario. Por supuesto que todo queda dentro de la libertad de expresión, y precisamente por eso me encantaría saber qué opina el director de la Real Academia de la Lengua sobre los improperios de su académico Félix de Azúa a la máxima autoridad de la capital catalana. No deja de tratarse de una institución pagada por los y las contribuyentes que vela por el buen uso del lenguaje, principal instrumento de representación de la realidad. Tampoco es mucho pedir, pues Darío Villanueva se ha pronunciado sobre asuntos enjundiosos pero para mí menos trascendentes como el tema que representará a España en Eurovisión. “Complejo de inferioridad y papanatismo”, comentó que denota la elección de la canción en cuestión. Tal vez no deba buscar mucho más en el diccionario para calificar la diatriba de su acólito.

¿Será el agua del grifo de la RAE lo que vuelve tan desagradablemente misóginos a algunos escritores que tanto nos gustaban? ¿O solo es la edad? Lo ignoro, tal vez lo pueda investigar la querida Manuela Carmena, que de momento se libra quizás porque peina canas, es jueza y aún hay clases. Mándeles una inspectora que se preocupe por la salubridad de ese edificio del que solo salen palabras como cuchillos contra nosotras las políticas, las pescateras, las limpiadoras, las hablantes, las lectoras.